Desde Cultura Inquieta, otro año más, nuestro único objetivo ha sido querer entretener, emocionar, hacer reír, dar que pensar, desafiar y haceros reflexionar sobre la vida, el mundo, el arte, la filosofía y la sociedad, con nosotros y nosotras como individuos. Lo hemos querido hacer con todo aquello que, al fin y al cabo, también hace que latan nuestros corazones.
En un alarde por hacer que las disciplinas artísticas de diferentes épocas se unan en piezas que producen maravillosas descontextualizaciones, han surgido muchos creativos que materializan obras de arte atemporales.
La edición digital nos permite reproducir aquellos lugares tan solo accesibles en nuestra mente, romper las barreras de la realidad y crear escenarios llenos de desconcierto y mucho humor.
Quienes estamos fascinados por el mundo de la cultura pop y la vida de las celebridades más rutilantes del mundo, muchas veces soñamos con hacernos una fotografía con ellos o ellas y, yendo un paso más allá, con compartir momentos de sus envidiadas vidas.
Estamos tan sumamente acostumbrados y acostumbradas a las ediciones digitales, a los filtros y a que casi cualquier imagen que veamos esté manipulada por softwares como el de Photoshop, que a veces se nos olvida que la realidad siempre supera a la ficción.
Gracias a los y las que tienen el don innato de ver donde los demás no vemos y derrochan su sentido del humor e ingenio en descacharrantes ocurrencias que nos dan una perspectiva de la vida mucho más amena.
Es el poder de la imaginación y de la fantasía el que nos hace viajar a mundos y a rincones que reinventan las formas y los conceptos de aquello que entendemos como real y lógico.
Cuando visitamos los grandes museos y paseamos por sus galerías contemplando obras de arte colosales, ¿quién no ha imaginado cómo sería vivir en una de ellas?
En un momento en que la imagen visual ha cobrado vital importancia, ahora cuando las redes sociales nos muestran personas estéticamente intachables gracias a elaborados filtros de procesado de la imagen, un trabajo fotográfico desafía nuestras retinas y nos insta a que seamos capaces de reconocernos sin retoques, tal como somos.
Qué difícil es hoy en día mostrarnos tal y como somos. Qué estupidas son las dictaduras de la belleza y de las modas a las que nos vemos sometidos a diario. Qué paradoja es negar la realidad de lo que nos materializa con el fin de hacernos visibles.
