El arte callejero y las instalaciones urbanas son corrientes artísticas que hace décadas que llegaron para quedarse; son un estilo de vida que ya forma parte de nuestras vidas cotidianas llenándolas de color e inspiración.
La obra literaria «Grafitis del mundo», obra de José Félix Valdivieso, acaba de ser galardonada con el I Premio Internacional Cuadernos del Laberinto de Pensamiento (2020).
Todo el esfuerzo que como humanidad y sociedad hemos puesto en dejar constancia de nuestra existencia en el planeta con la edificación desmesurada realizada y los muros que hemos levantado, será lo único que quede en pie tras el apocalipsis.
A nadie le cabe duda alguna de que, de un tiempo a esta parte, las calles se han visto invadidas por manifestaciones artísticas que decoran paredes y rincones de ciudades de todo el mundo, nadie duda de que el arte urbano y los graffitis son ya una disciplina en sí.
Hace apenas un año llorábamos el fallecimiento del niño sevillano y graffitero de 13 años Julio Rosa, conocido en el mundo del arte urbano como Julione Tapas.
Con aerosoles como única arma, el artista callejero Scaf transforma las paredes de la ciudad con sus criaturas. Desde dinosaurios feroces hasta serpientes, cráneos, huesos o robots parecen atravesar los muros para invadir el mundo real.
París, Seattle o Barcelona son lienzos en blanco en los que plasmar arte y creatividad aun en tiempos de pandemias y confinamientos.
No podemos evitar sentir debilidad por el arte callejero, por todo esos creativos que se esfuerzan por llenar de fantasía nuestra realidad diaria plasmando sus sueños y su magia en los grises muros de las junglas de asfalto.
Las calles y el mobiliario urbano siempre han sido lienzos en blanco para los artistas más críticos con su mundo.
El arte urbano del graffiti alcanza cotas altísimas de calidad en manos de artistas que dominan la técnica del spray hasta el punto de crear dimensiones y volúmenes imposibles donde no los hay, hasta el punto de jugar con nuestros cerebros.
