Cualquier proceso, por longevo, lento o detallado que sea, puede resumirse y exponerse en pocos minutos gracias a que la magia del cine y de la paciencia pueden hacer que todo sea posible.
A principios de junio lanzamos un nuevo concurso de cine en el que os invitábamos a que nos contarais, a través de microhistorias llenas de emoción, humanidad y deportividad, vuestros sueños de gloria.
Que el arte es fuente y alimento para el arte, es más que una realidad. Es un especie de acuerdo tácito sobre la necesidad recíproca de inspirarse, una alianza irrompible sobre la creación y la belleza.
Cuando uno va al cine, sabe de sobra que las grandes historias se proyectan en esa gran pantalla que alimenta nuestros sueños y nuestra alma; pero, a veces, las grandes historias pueden estar bajo la platea.
Vivir es la mayor olimpiada en la que vamos a participar, una carrera de fondo que pone a prueba nuestros valores y fuerzas día a día. En el espíritu olímpico habitan la superación, el esfuerzo, el compañerismo y muchos sueños.
Vivir es la mayor olimpiada en la que vamos a participar, una carrera de fondo que pone a prueba nuestros valores y fuerzas día a día. En el espíritu olímpico habitan la superación, el esfuerzo, el compañerismo y muchos sueños.
Arqueología urbana para nostálgicos, sobre eso habla este hallazgo que ha emocionado a cinéfilos y paseantes.
Arte y cine están unidos de manera indisoluble desde que el cinematógrafo se pusiera en funcionamiento en 1895.
Cate Blanchett tiene un aura especial. Un aura vinculada a una inteligencia y a un talante democrático que, confiriéndole respeto casi universal, la han llevado a presidir el olimpo de las actrices de nuestro tiempo.
A finales del siglo XIX, un grupo de personas coincide en un lujoso hotel de París especializado en citas amorosas. Nos vamos a 1966 a la película Hotel Paradiso.
