gatos

Aunque muchos de nosotros y de nosotras no creamos en esas cosas que no pueden demostrarse científicamente o pueden ser vistas, hay algo que por tradición, folclore o mecanismos cerebrales inexplicables en lo que sí creemos: la superstición.

Si decidiérais enterrar en una cápsula del tiempo todo aquello por lo que os gustaría que os recordaran o que fuera la prueba inmortal de vuestro paso por la tierra, ¿que cosas serían?

Muchxs somos los que amamos todo lo que tiene que ver con la astrología, el zodiaco, las características de los diferentes signos, los misterios que se esconden en el universo, las estrellas y eso que, de alguna manera, se escapa a nuestro entendimiento.

Si vives con un minino es probable que te hayas preguntado por alguno de sus comportamientos extraños como maullar al infinito en plena noche o trepar hasta tu cabeza un día en el que, casualmente, te duela la cabeza como si no hubiera un mañana.

No lo decimos nosotros, lo dice Michael Roy, de la Universidad de California en San Diego (Estados Unidos), uno de los primeros psicólogos en investigar sobre la idea de que los animales se parecen a los colegas humanos con los que conviven.

Existe en Canadá un lugar idílico que es el sueño de todo amante de la lectura, del café, de la tranquilidad y de los gatos; un lugar en el que confluyen algunas de las pasiones más bellas que existen.

Nos parece reconfortante que la vida dé segundas oportunidades, que cuando el destino proporciona un golpe de mala suerte, haya, casi siempre, una solución tangible para recuperar la felicidad, para seguir caminando con paso firme.

Los gatos, esos adorables animalillos que inundan las redes protagonizando memes, vídeos, gifs, imágenes divertidas y montajes de Photoshop imposibles que nos dividen no saber bien si adorarlos u odiarlos.

Hasta el punto de haber disparado alrededor de 90.000 fotografías de estos animales. Un libro recopila ahora cientos de las imágenes realizadas por el conocido como el "Richard Avedon de los gatos".

Parte del imprevisible comportamiento de los gatos puede explicarse por la cantidad de luz ultravioleta que sus ojos son capaces de absorber.