La realidad de la lactancia materna por la fotógrafa Leah DeVun
La maternidad es un viaje lleno de altibajos, un torbellino de emociones que oscilan entre la alegría y el cansancio abrumador.
La maternidad es un viaje lleno de altibajos, un torbellino de emociones que oscilan entre la alegría y el cansancio abrumador.
Ahora que la sociedad está preparada para verdades que se han maquillado a lo largo de nuestra historia, los horrores de la maternidad ya no son un tabú. Las maravillas que siempre se han promulgado en torno al bonito universo maternofilial, por fin quedan desenmascaradas.
Una madre vestida de nazarena da el pecho a su hijo como un acto de amor por todas las mujeres que hemos sido borradas de innumerables realidades de la historia.
La maternidad es uno de los procesos más profundo a nivel físico, emocional y espiritual, que podemos experimentar las mujeres a lo largo de nuestras vidas.
Nuestro entorno doméstico es una entidad con vida propia que se mimetiza con nuestro estado de ánimo y por eso, en muchas ocasiones, puede ser una cárcel de cemento y hormigón.
Después de dar a luz, no sale nace un bebé. También nace una madre con un cuerpo nuevo, distinto, dolorido y empoderado.
Que la maternidad es bestial, en todas sus acepciones, ya no es un secreto. Parir duele y desgarra el cuerpo y el alma de esa madre, que al igual que su bebé, acaba de nacer.
La maternidad duele y nos abre en canal, emocional y físicamente. Ser madre nos transforma, nos lleva al punto de partida, ese en el que volvemos a nacer y a tener –ya para siempre– el alma a flor de piel.
Se trata de una reimaginación de aquellas canciones, una ejercicio mental que su autor ha hecho para plantear desde la perspectiva de un septuagenario lo que concibió un joven veinteañero en un mundo que aunque era distinto, en realidad no lo es tanto.
Hay tantas maneras de sentir la maternidad, como maneras hay de querer. Nos hemos emocionado con esta carta de amor -a la vida y la libertad- de Alicia Diego.