Si la neurociencia fuera poesía, tendría a Emily Dickinson como su referente
Si la neurociencia fuera poesía, tendría a Emily Dickinson como su referente.
Si la neurociencia fuera poesía, tendría a Emily Dickinson como su referente.
Todos y todas hemos tenido en algún momento (o muchos) un deseo irrefrenable por comer chocolate en cualquiera de sus variantes: blanco, negro, con leche, en forma de bombones, con la textura de un helado o con la explosión de sabores de un elaborado postre.
La música y la neurociencia comprueban que los seres humanos se llevan a término sus quehaceres mejor cuando interactúan y están conectados con otros, cuando alcanzan eso que podría llamarse armonía.
Un nuevo estudio sugiere que la privación crónica del sueño causa hiperactividad en el mecanismo de autolimpieza del cerebro, lo que lleva a la destrucción de células sanas.
Hay un sentimiento que es común a todos los mortales y que se ha cumplido en un objetivo vital a alcanzar, en un sueño por cumplir; el deseo de ser feliz es el bien inmaterial más codiciado por todos pero, quizás, andamos algo perdidos en eso de cómo conseguirlo.
Seguro que todos esos que consideráis que sería terrible vivir sin música, que usáis las canciones como tablas de salvamento en los malos momentos o que encendéis la radio nada más levantaros, habéis sentido escalofríos con miles de piezas.
¿A cuántos os han hecho sentir mal por seguir siendo inmaduros? ¿Qué hay de malo en que os siga gustando salir los viernes, jugar a videojuegos, disfrazaros de vuestro superhéroe favorito o llevar los vaqueros rotos?
Nos hemos topado con esta joya de reflexión del gran Howard Gadner, padre de las inteligencias múltiples.
Uno de los descubrimientos más poéticos de la historia de la anatomía: las células son como pequeñas estrellas y al morir intensifican su irradiación de luz
El amor, el cariño, el respeto por el otro y la amistad podrían agruparse en torno a una habilidad que poseemos los seres humanos: la empatía. Indudablemente esta capacidad empática es materia prima fundamental de nuestra existencia y, tal vez, apela al sentimiento más auténtico que una persona puede gestar.