En julio de 2021 lanzamos un bonito e ilusionante concurso fotográfico, "El verano de nuestras vidas", organizado por Cultura Inquieta y con el apoyo de Iberdrola.
El plazo de recepción de fotografías duró cerca de dos meses y la acogida ha sido espectacular, con cerca de 23.000 fotografías presentadas y un nivel magnífico.
Parece que es obligatorio estar feliz en verano. Tener más horas de luz, reencontrarte con los amigos, viajar, el aire libre y las promesas que no hacemos de cara al nuevo curso, son factores determinantes para que se nos rían los huesos.
Este pequeño hotel ofrece ocho habitaciones muy particulares para acoger a sus clientes.
Mes de comienzos y de finales. De nuevos proyectos sobre el horizonte y de cierres de círculos perfectos. Para algunos, el inicio de una nueva vuelta al sol. Hola septiembre, pórtate bien.
La naturaleza es siempre una compañera de viaje y vivencias ideal. Mimar el medio ambiente es cuidar de la salud de nuestro planeta y la nuestra. Por ejemplo, en verano nos beneficia reconectar con nosotros mismos, volver a nuestra esencia y esos pequeños grandes lujos que saboreamos durante un tiempo libre que invertimos en generar una comunión con nuestro entorno.
El verano está dando sus últimos coletazos, pero todavía hay tiempo para seguir haciendo escapadas, para seguir descansando en algún lugar donde encontremos un alojamiento práctico que tenga justo lo que necesitamos.
Ahora que todos disfrutamos o soñamos con tener un poco de agua cerca para refrescarnos, echamos un vistazo al delicado y sereno trabajo de esta fotógrafa escocesa.
Una de las eternas discusiones que se dan, es si aguantamos mejor el frío o el calor o si somos más de verano o de invierno; hay gente que no soporta las altas temperaturas y más cuando les toca trabajar en verano.
El calentamiento global y el cambio climático no son ninguna broma; todos los días somos conocedores de sus devastadoras consecuencias en todo el planeta en el que se están produciendo situaciones inverosímiles
En el agua, boca arriba, solemos abandonar el cuerpo a la extraña ingravidez acuática y, ensordecidos por el mar inundando nuestros orificios, lo único que oímos, en mitad de la nada, es el sonido de nuestros latidos, el sonido de un verano inolvidable.
