Nadie nace odiando su cuerpo, nos enseñan a hacerlo
Durante la infancia, esa primera y mágica etapa de nuestra vida, estamos libres de juicios y prejuicios hacia nosotros mismos y los demás porque lo vemos todo desde el prisma de una inocencia y una limpieza que, por desgracia, vamos perdiendo conforme vamos creciendo.
Gracias a La mente es maravillosa.
Ningún niño o ninguna ñina llega al mundo sintiéndose mal por su imagen corporal. ¿Qué sucede para que, en un momento de su vida, se sienta incómodo con aquello que refleja su espejo cada día? Lo analizamos a continuación.

¿Qué sientes cuando te miras al espejo? ¿Te gusta lo que ves? ¿Lo aceptas o desearías poder cambiar ese cuerpo como quien se quita un vestido y se coloca uno más bonito y atractivo? Muchas personas mantienen a lo largo de su vida una compleja relación de amor-odio con su imagen física. Nos encantaría aceptarnos y querernos más, pero esto no siempre sucede.
Dicen que los cuerpos cuentan historias, relatos sobre nuestros cambios y vivencias que traspasan la piel. Sin embargo, no siempre es fácil respetar esa imagen que capta la cámara delantera del móvil. A menudo la camuflamos con filtros para ajustarnos al canon de belleza que dicta nuestra sociedad. Difuminando así nuestra individualidad y esas experiencias escritas en cada matiz de nuestra figura.
Emma Thompson habló al respecto durante una entrevista.
Vivimos en una sociedad que nos quiere iguales, que inocula la vergüenza persistente en quien, al ver su reflejo, se percibe distinto y hasta defectuoso. Lo aterrador es que esta sensación asoma de manera temprana en el ser humano. Tanto es así, que según una noticia publicada hace poco en The Guardian, 3 de 4 niños menores de 12 años ya se avergüenzan de su físico.
¿Qué está pasando? ¿Por qué establecemos una relación tan destructiva con nuestros cuerpos ya desde la infancia? Vivimos en una actualidad en la que fenómenos como el body shaming (avergonzar a alguien por su apariencia física) se han convertido en una forma de acoso cotidiano, en especial en los medios digitales.
Nadie nace odiando su cuerpo, ¿quién nos inocula ese desprecio?
A veces, tratamos nuestro cuerpo del mismo modo que tratamos nuestra mente: con juicios negativos y pensamientos disfuncionales. Parece que entre todas las relaciones que los seres humanos trazamos en nuestra vida, la más compleja es la que establecemos con nuestra imagen física. De hecho, es muy común tener altibajos, épocas de aceptación y momentos de tensa incomodidad.
Nadie nace odiando su cuerpo, es nuestra educación y la cultura quienes edifican ese autorrechazo. Una encuesta realizada en Reino Unido en el 2016 reveló que el 47 % de las chicas entre 11 y 21 años se sentían incómodas con su apariencia y que esto limitaba muchas situaciones sociales. Esta percepción, esta creencia, tiene un serio impacto en la salud mental.
Tanto es así que en una investigación de la Universidad Deakin, en Australia, se destaca que la imagen corporal distorsionada aparece ya en niños de entre 6 y 11 años y esto, se traduce a menudo en trastornos de la conducta alimentaria muy tempranos. ¿Qué estamos haciendo mal? ¿Por qué desarrollamos ese rechazo hacia nuestra imagen?

La educación y las narrativas familiares
Casi desde que venimos al mundo estamos rodeados de personas que describen nuestra apariencia física. Es importante recordar que toda palabra encierra un juicio de valor y que es a través de esas primeras frases como construimos nuestro autoconcepto.
La familia no solo educa, sino que con sus comentarios nos modela a través de narrativas que interiorizamos para edificar la imagen que tenemos de nosotros mismos. Una que no siempre es beneficiosa.
La sociedad y los ideales de belleza
Los ideales de belleza masculina y femenina cambiaron en la década de los años 60 y principios de los años 70 (Agarwal & Banerjee, 2018). De pronto, se ensalzó la delgadez. Atrás quedaron las curvas en las mujeres para ensalzar figuras casi imposibles. Algo parecido ocurrió con los hombres; desde ese momento el atractivo residía en aquellos jóvenes altos y musculados.
Estos modelos estereotipados se han integrado en el mundo del cine, la moda y la publicidad, convenciéndonos desde niños que la belleza reside en esas formas. Esa homogeneidad corporal provoca que en algún momento de la infancia nos miremos al espejo descubriendo que hay áreas defectuosas en nosotros.
La comparación social es un impulso natural en el ser humano. Nos comparamos para valorar qué nos diferencia y asemeja al otro y si hay algo que nos inquieta, es ver distancias entre uno mismo y los demás. La semejanza favorece la integración social y esto es lo que ansiamos desde que tenemos uso de razón.
Cómo empezar a respetar nuestro cuerpo desde hoy
La sociedad ya es lo bastante inhóspita, crítica y cruel como para abandonarnos y dar validez a los mensajes dañinos que nos envía. Debemos crear una buena alianza con nosotros mismos para avanzar con seguridad, sintiéndonos dignos de todo sueño y propósito vital.
Para amar nuestro cuerpo, empecemos por respetarlo
Todos tenemos defectos, matices que no nos agradan en nuestro cuerpo, pero no por ello debemos rechazarnos. Está bien que no nos gusten esas orejas demasiado prominentes o esa celulitis en los muslos. ¿Por qué no aceptarlos sin más? Asumir que el cuerpo no es perfecto reduce el estrés y la autocrítica.
¿Sabemos cuántas cosas podemos hacer con nuestros cuerpo? Podemos caminar y llegar allá donde deseemos. Nos permite bailar, abrazar, acariciar, viajar, trabajar, sentir… La vida no sería posible sin ese envoltorio físico que nos permite disfrutar y llevar a cabo infinitas tareas.

Elijamos con quién nos relacionamos y practiquemos el pensamiento crítico
Las personas que nos rodean deben transmitirnos modelos saludables de imagen corporal. Evita a quienes se obsesionen por su físico, a los que te juzgan por el tuyo y a quienes defienden ideales de belleza distorsionados. Es necesario desarrollar un pensamiento crítico capaz de entender que no todo lo que aparece en redes sociales se corresponde con la realidad.
Comprendamos que el universo digital se mueve por algoritmos, no por principios éticos y valores saludables. Nadie nace odiando su cuerpo, pero crecemos avergonzados e inseguros por nuestra apariencia física. Hay algo que estamos haciendo mal como sociedad y que debemos corregir.
