Esos días en los que una BMX era lo único que necesitábamos para volar
Cuando éramos pequeños o pequeñas, para alguno y algunas la felicidad se traducía en pasar las tardes de verano a lomos de nuestras bicicletas sintiendo el aire y la vida en la cara, dejando nuestra imaginación a merced de la velocidad que pudieran alcanzar nuestros pedales.
La primera vez que nos familiarizamos con el concepto de "independencia" es cuando nuestros padres y madres nos enseñan a mantenernos en pie y echar a andar, pero somos conscientes de nuestra autonomía cuando le quitamos los ruedines a la bicicleta.
Las bicicletas son herramientas de libertad tan absolutas que, a veces, incluso nos dieron alas para volar de manera literal y metafórica. Las décadas de 1970 y 1980 fueron la época dorada de las BMX, donde las mayores emociones procedían de lanzarse desde rampas improvisadas, realizar acrobacias que desafiaran a la gravedad y arriesgar la vida y las extremidades por la máxima descarga de adrenalina.
Había tres tipos de niños y de niñas en ese entonces: quienes conduncían la bicicleta dando un salto, quienes estaban tirados en el suelo haciendo de improvisados obstáculos y quienes simplemente eran espectadores atónitos.
Si no hemos sido esos héroes o heroínas inconscientes, seguro que hemos conocido a alguno o alguna. Estos y estas kamikazes no necesitaban cascos elegantes, rodilleras o redes de seguridad, ya que tenían algo mejor: valor.
Pedaleaban en sus bicicletas por una rampa hecha de bloques de hormigón o madera contrachapada, respiraban hondo y se lanzaban al aire como un misil humano. Si tenían suerte, aterrizarían sin romperse ningún hueso ni perder ningún diente.
Como podemos ver en esta fotos de aquellos locos y maravillosos años, los obstáculos humanos también estuvieron de moda y saltar desde un muelle o por encima de los coches, también. No había límites y quizás, por eso, se vivía todo con más intensidad.
Lo hicimos, flotamos con nuestras bicicletas BMX como alas, nuestros corazones como motores y nuestra estupidez como copilotos y, además, estamos aquí para contárselo a quienes prefieren volar en el metaverso o con el simulacro de cualquier videojuego. No saben lo que se pierden.
Por Walter Ego