Si hay algo que nos encanta de la festividad de Halloween es cómo fluye la inventiva para crear los disfraces más terroríficamente divertidos que veremos a lo largo del año.
El cine de terror tiene varios subgéneros: gore, psicológico, teen, paranormal o found footage, pero hay un subgénero en particular que gana adeptos generación tras generación y que, en contraposición a la cantidad de muertes que genera en pantalla, nunca muere: el slasher.
Hay todo un imaginario relacionado a nuestras infancias que, gracias a creencias populares, cuentos y leyendas de todo tipo, ha perdido su halo de inocencia para provocarnos auténtico terror.
Estamos viviendo unos días muy extraños que ni en la película más terrorífica podríamos haber imaginado. Toca reducir el contacto social lo máximo posible y aprovechar al máximo la comodidad de nuestro hogar. Además anochece muy temprano. Lo que de momento no se nos ha prohibido es ver películas de terror. Así que no se me ocurre un plan mejor para la noche de Halloween. O para cualquier noche, pues hay quienes vivimos en un Halloween perpetuo.
Hay gente que tiene maneras muy frikis de demostrar su amor en general y su pasión po el cine, en concreto, el de terror; estamos encantados de que la familia que ve películas de miedo unida, permanezca unida y se haga estas bizarras demostraciones de afecto.
¿Qué más da que Halloween sea un invento norteamericano? Cualquier excusa nos parece buena para celebrar, salir de fiesta y dar rienda suelta a la imaginación, al frikismo, a la inventiva y al sentido del humor.
Hay un denominador común en los padres jóvenes de nuestra generación, todos intentan inculcar a sus hijos sus gustos cinematográficos, sus gustos musicales o sus gustos literarios y cualquier excusa es buena, Halloween por ejemplo.
En estos días en los que la llegada del frío coincide con las celebraciones de la muerte, de los fallecidos, con el Día de todos los santos, Halloween, el Día de muertos, estas historias vienen como anillo al dedo.
¡ADVERTENCIA! las imágenes contenidas en el siguiente artículo pueden herir gravemente la sensibilidad del lector, acabar con los paradigmas del buen gusto, reinventar el género del absurdo o hacer que Ridley Scott se replantee su existencia.
Inmersos de pleno en la fiesta de muertos, agradecemos un disfraz que no sea de novia cadáver, de Chucky o de Freddy con peor cara que los pollos del Simago.
