De las grietas y agujeros, como si fueran de verdad. De ahí brotan las hiperrealistas plantas y brotes de este artista japonés que entiende su obra como una instalación en la que el espacio también tiene mucho que ver.
Desde las venas de las hojas hasta las pequeñas marcas de los pétalos, cada una de estas flores son un claro ejemplo de una creatividad materializada al detalle con el máximo mimo.
“Creo que el arte puede cambiar nuestra perspectiva y formas de pensar. Nos alienta a ver cosas que de otra manera nos perderíamos ”, defiende Suda. La perfección de su trabajo artesanal es tal, que cuesta darse cuenta a simple vista de que no son plantas naturales hasta que uno no las observa de cerca y con detenimiento.
Nacido y criado a las faldas del monte Fuji, una región conocida por la riqueza de su belleza salvaje, sin duda este especial entorno influye en su maravilloso trabajo.
Violetas africanas, rosas y glorias son algunas de las flores que el artista reproduce con gran delicadeza y en perfecta armonía con el lugar donde las instala. Gran admirador de "la naturaleza, los materiales, los detalles y los objetos pequeños", desarrolla sus tallas siguiendo el arte de netsuke, un tipo de esculturas en miniatura que se pusieron de moda en el siglo XVII y que tenían una función importante para permitir a las personas llevar sus objetos personales encima.
A Suda le encanta jugar con el factor sorpresa colocando flores en espacios en los que no sería habitual encontrarlas, como galerías de arte y museos, y difuminar los límites entre realidad e ilusión consiguiendo, según sus propias palabras, “convertir lo ordinario en asombroso”.
Le divierte elevar a categoría de arte algo tan sencillo y bello como una flor, invitándonos a detenernos y observar de cerca la belleza de algo que, paradójicamente, por cotidiano, a menudo sentimos insignificante. Una vez más el arte nos invita a reflexionar...
Yoshihiro Suda: Web