Ser humilde o tener sentido del humor: cinco lecciones que nos dio Sócrates para tener una vida plena

  • Última actualización: 16 Noviembre 2023
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A lo mejor el secreto de la felicidad o de saber vivir en sociedad se reduce a unas cuantas claves sencillas que nos fueron dadas hace más de 2.000 años. A lo mejor deberíamos dejarnos guiar por aquellos sabios cuyas enseñanzas siguen teniendo sentido hoy en día.

Por eso de que estamos condenados a cometer los mismos errores de manera cíclica una y otra vez, todo lo que siglos atrás, unos cuantos genios vislumbraron para vivir en paz con nosotros mismos y en equilibrio con los demás, sigue haciendo efecto actualmente.

Gracias a La mente es maravillosa.

 

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Sócrates, a quien se le considera el padre de la filosofía, nació en Atenas en el año 470 a.C. A pesar de su origen humilde, fue un filósofo muy importante. Son muchas las lecciones de vida de Sócrates que han llegado hasta nuestros días. Las primeras lecciones de vida de Sócrates se relacionan con su paciencia y su capacidad para sobrellevar las cargas de su condición.

Cuando comenzó a ganar fama como pensador y naturalista, crecieron en número sus enemigos. Esto se debía a que promovía una ética implacable, en la que no había lugar a la falta de honestidad, al deshonor o a la doble moral. Por eso fue perseguido, ridiculizado y condenado a morir. Algunas de las enseñanzas más valiosas de este gran filósofo y pensador fueron:

 

La humildad

Sócrates no encajaba en los cánones de belleza de la época. Era bajito, tenía la nariz respingona y los ojos saltones. Su aspecto físico fue motivo de burlas por parte de otros filósofos.

Sin embargo, prestó poca o ninguna atención a esos comentarios. Además, llevaba siempre la misma capa y era totalmente austero en su forma de vida. Apenas comía o bebía lo indispensable. Anfitón dijo de él que ningún esclavo querría ser tratado como él se trataba a sí mismo. 

 

El respeto por la individualidad de los demás

Uno de los aspectos más interesantes de la vida de este filósofo es que nunca escribió. Pese a que todos lo consideraban una mente muy superior y llena de sabiduría, todas las enseñanzas de Sócrates fueron orales. La razón por la que adoptó esa conducta es otra de las grandes lecciones de vida de Sócrates.

Siempre dijo que cada quien debía desarrollar sus propias ideas. Si escribía las suyas, condicionaría la construcción intelectual de los demás. Lo suyo era algo más genuino: conversar hasta el cansancio con la gente, poniendo en juego su ironía y su extraordinaria capacidad para ver las cosas desde un ángulo diferente.

 

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La escucha

El método mediante el cual Sócrates impartía sus enseñanzas era de una sutileza y de una inteligencia tal que todavía se aplica en nuestros días. Grandes pedagogos, como Jean Piaget, se inspiraron en el método socrático que se conoce como “Mayéutica”.

El filósofo iniciaba una conversación interrogando a su interlocutor. Le planteaba preguntas que apuntaban a que él mismo descubriera si lo que decía era consistente, o, en cambio, tenía poco sustento. De este modo, cada quien iba llegando a la verdad por sí solo. Sócrates escuchaba y solamente cuestionaba.

 

La apertura total a la verdad

Sócrates es el autor de la famosa frase “Solo sé que no sé nada”. En su caso no era un eslogan ni una forma de promocionarse. Realmente este filósofo tenía una apertura mental única. De ahí que considerara que su principal recurso para llegar a lo verdadero era reconocer que no sabía qué era lo verdadero, era plantear interrogantes antes de intentar encontrar respuestas, era ampliar la visión del mundo antes de acotarla.

También fue Sócrates el autor de la célebre afirmación “Conócete a ti mismo”. Esta frase se inscribió en el frontón del Templo de Delfos. No buscó describir él a los seres humanos, sino que nos invitó a todos a explorar dentro de nosotros mismos. Un viaje, sin duda, apasionante.

 

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El sentido del humor

El más famoso de los filósofos atenienses también tenía un gran sentido del humor. Buena parte del mismo se vio reflejado en sus anécdota con Xantipa, su esposa. Ella era 30 años menor que él y famosa por tener un fuerte carácter.

Por eso alguna vez le preguntaron a Sócrates por qué se había casado con ella y él indicó: “Lo que me gusta es aprender todos los días de una persona tan temperamental. No hay mejor escuela que el trato con los demás”.

Cuando lo condenaron a muerte, su esposa fue a visitarlo y estalló en llanto. Sócrates entonces le dijo: “No llores, todos estamos condenados a muerte por naturaleza”. Su mujer le respondió: “Pero a ti te han condenado injustamente”. Frente a esto, Sócrates contestó: “¿Es que te parecería menos lamentable si me hubiesen condenado justamente?”.