A veces, la belleza está en encontrar rutas alternativas en aquello que nos rodea. La artista japonesa imagina nuevos alimentos llenos de color, detalle y textura.
La cerámica es el arte de moldear con barro, un material terrenal que nos conecta con nuestras raíces. Es un mundo de posibilidades cuyos límites tan solo son impuestos por el talento de las manos que lo moldean y la imaginación de quien desea transformar lo que una vez fue pisado, en una obra de arte.
Kaori Kurihara deja volar libre su creatividad para reinventar la realidad que la rodea, en concreto, la de las frutas. Estos alimentos, muy llamativos para el ojo humano por su amplio abanico de colores llamativos y su gama de sabores que son toda una delicia para el paladar, son la fuente de inspiración de la artista japonesa.
Sus esculturas juegan con las texturas, los detalles, los colores y el espacio. A la fragilidad de la cerámica, Kurihara le añade unos acabados en forma de púas, como si se trataran de la coraza de algún animal cuando se siente amenazado.
Algunas de sus creaciones son fáciles de identificar con frutas que cualquiera de nosotros puede tener en sus hogares, mientras que otras nos recuerdan vagamente a otros alimentos, con ligeros detalles cambiados.
Todas las piezas captan la atención de la mirada en cuanto nuestros ojos reposan en ellas y hay una explicación para ello. La artista estudia la repetición de las formas geométricas en los alimentos botánicos para reproducirla después en forma de patrones en su cerámica.
El talento de Kurihara es embriagador y nos alienta a imaginarnos un mundo lleno de posibilidades para nuestro paladar, abriéndonos los sentidos y degustándonos la mirada.
Kaori Kurihara: Web | Instagram
h/t: ThisIsColossal