Ternura, protección y seguridad son algunas de las emociones que destilan las figuras de ‘Moss People’.
En los bosques reina una calma que nos traspasa los huesos y llega directa al alma. La naturaleza nos transmite tranquilidad, rodeados de vegetación, con el sonido de la fauna silvestre como banda sonora y el juego de luces y sombras entre los rayos solares que consiguen colarse por las ramas de las copas.
Podría parecer que dicha paz se mantiene gracias a unas criaturas invisibles al ojo humano que se encargan de proteger el bosque como su hogar y mantenerlo a raya de cualquier tipo de maldad.
El artista Kim Simonsson ha dado forma a estas figuras en su serie Moss People, en la que un grupo de niños de musgo ataviados con hojas y elementos construidos que parecen haber construido por sí mismos, recordándonos a Los niños perdidos de Peter Pan.
Para conseguir dotar de un realismo casi distópico a sus figuras, primeramente las ha creado con una combinación de cerámica y roca, que posteriormente ha pintado e intervenido con fibra de nylon, el material que consigue crear el trampantojo por el que creemos que sus Moss People están cubiertos por líquenes.
El tamaño también juega un papel fundamental en la realidad que consigue el artista con esta serie, ya que ha seguido las dimensiones de distintos niños en la vida real. Además, cada una de las figuras tiene una personalidad propia que nosotros, como espectadores, captamos a través de sus atuendos, complementos y lenguaje corporal.
Moss People se ha exhibido en numerosas instalaciones, entre las que se encuentran las inmediaciones del campo finés, donde la mirada de estos niños de musgo está orientada hacia un mismo lugar: su supuesta casa.
Toda esa magia que Simonsson nos invita a revelar por nuestra cuenta se reúne en su libro Tales of the Moss People, una serie de relatos visuales que nos fascinan y relajan a partes iguales.
