La capital congoleña es el vertedero de algunas potencias mundiales. Los pequeños utilizan su imagen y los restos de basura para crear disfraces llenos de vida y color.
Nunca el reciclaje fue la fuente de tantas historias y aventuras. En Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo, los niños han decidido transformar la basura que les rodea y hacer con ella una serie de disfraces que reflejan su cultura.
La ciudad congoleña es uno de los puntos usado por potencias mundiales norteamericanas y europeas para verter allí la basura que no quieren. Como consecuencia, los ciudadanos de Kinshasa viven en una especie de vertedero de la que intentan hacer su hogar.
El artista y fotógrafo Stéphan Gladieu se topó con los niños de Kinshasa en un viaje a Youruba para realizar un reportaje fotográfico, donde encontró una imagen de una niña vestida con botellas de plástico.
Tras investigar un poco, descubrió que varios diseños similares se estaban fabricando en la capital congoleña por artistas locales como una respuesta cultural al creciente problema de residuos en su comunidad.
“Están completamente cubiertos. No ves ninguna parte de su cuerpo. Las máscaras tradicionales se hicieron con materiales naturales y simbolizan el espíritu de los ancestros o el espíritu de apoyo al mundo natural. Estos jóvenes artistas reinventan, por así decirlo, estas máscaras tradicionales, solo que a través de la basura porque son los materiales que más encuentran”.
A Gladieu lo que más le llamó la atención fue la capacidad de los niños para crear con basura una serie de disfraces y máscaras africanas llenas de color que ahora comparte en su serie Homo Détritus.
“Viví con los artistas allí. Escogimos los materiales y ayudé a recolectar dinero para crear un disfraz o para reparar los que se habían dañado. Luego, trabajé en la ciudad para elegir fondos”.
Las imágenes de este fotógrafo nos demuestran que la imaginación no tiene límites y nos hablan de las injusticias sociales de un mundo cada vez más sumido en su propia basura.
