Carlos Pérez Siquier, uno de los pioneros de la fotografía española en cuanto al uso del color, ha fallecido a los 90 años en su tierra que tantas veces retrató: Almería. Su cámara captó el neorrealismo de La Chanca y nos regaló la luz del Mediterráneo.
“Me quedan por hacer las mejores fotos”, declaró Pérez Siquier hace tres años en una entrevista. En ese transcurso de tiempo, siguió enamorado de la fotografía y cumpliendo con la máxima que siempre decía: “Moriré con las fotos puestas”. Así fue para este amigo del también grandísimo Martin Parr.
En 2003 Pérez Siquier se hizo con el prestigioso premio Nacional de Fotografía, un galardón que reconocía su papel como renovador de la fotografía y su capacidad para captar las escenas que dibujaban la españa de los años cincuenta.
Su labor en la Agrupación Fotográfica Almeriense (Afal) hizo posible que la publicación del grupo siguiera vigente hasta 1963. En los años de la revista fotógrafos de todas las partes del país entraron en contacto para compartir teorías y trabajos que ponían el foco en la fotografía humanista, una corriente hasta el momento apenas reivindicada en España.
Junto a los fotógrafos Oriol Maspons, Leopoldo Pomés, Gabriel Cualladó, Xavier Miserachs, Ricard Terré, Paco Gómez y Ramón Masats, Pérez Siquier se colocó en la vanguardia de la fotografía en un panorama artístico algo tímido, que no se atrevía a las ironías y trampantojos que caracterizan la obra del urcitano.
Color del Sur, La Playa o Trampas para incautos son algunas de sus series más famosas en las que la mirada íntima, algo provocadora y muy doméstica se adentra en las vidas de decenas de personajes anónimos y costumbristas. En ellas las fotografías son tomadas sin refuerzo técnico —fotómetro, trípode o flash—.
Siquier era contrario al retoque y tan solo se valía de su ojo y su mano para realizar registros como el de El viaje, donde aborda una serie de escenas de espera y transporte. En sus últimos años, el fotógrafo almeriense viró hacia las imágenes más conceptuales.
Mi sombra y yo (2015) y La Briseña (2018) han sido sus dos últimas series. En ellas hay más peso hacia el objeto y menos a la presencia humana. Una muestra de la capacidad de Pérez Siquier para transformarse artísticamente.