Hasta 1907, la fotografía no conocía el color. Fue ese año cuando los hermanos Lumiere comenzaron a fabricar placas específicas para fotografías que captaran el colorido de la realidad, estas placas fueron llamadas Autochrome Lumière y constituyeron el principal método para la fotografía en color hasta mediados de 1930.
La tecnología de las Autochrome empleaba placas fotográficas de vidrio cubiertas con almidón de patata. Sus granos transparentes contenían los tres colores principales: rojo, azul y verde.
Las rudimentarias placas exigían gran habilidad por parte del fotógrafo y solo unos pocos habilidosos, como Mervyn O'Gorman, eran capaces de dominar el género. Lo curioso es que O'Gorman antes que fotógrafo, era ingeniero especializado en aviación y uno de los contribuyentes a la normativa de tráfico británica.
En 1913 O'Gorman creó una serie de bellos retratos de la que supuestamente era su hija. La serie fotográfica Christina In Red muestra a una joven rubia vestida de brillantes colores rojos con tal nitidez que cuesta adivinar de qué época datan las imágenes.
Por la estética, encuadre y viveza de colores parecen imágenes tomadas en la década de los sesenta.
Las fotografías podrían parte perfectamente del contenido de una campaña de moda en una revista de tendencias. Su dirección de arte parece calculada por un experto, en lugar de ser una demostración casi casera del control absoluto de la cámara.
No fue hasta hace un par de años cuando se descubrió quién era la modelo: Christina Elizabeth Frances Bevan, una muchacha de 16 años cuyo padre, Edwyn Robert Bevan, era un amigo cercano de O'Gorman.
O'Gorman nos demostró que la buena fotografía no requiere de grandes tecnologías.
Christina on the beach, 1913. Photo: Royal Photographic Society Collection
Christina on the beach, 1913. Photo: Royal Photographic Society Collection
Christina on the beach, 1913. Photo: Royal Photographic Society Collection
h/t: Internet Archive