Cuando conocimos de la obra de este artista, no pudimos evitar pensar eso de en qué momento a alguien se le ocurre llevar a acabo tamaña empresa; ¿Existen límites para el arte conceptual? Igual sí, el límite de "n" cuando tiende a infinito.
El polaco Roman Opalka basó su obra en el concepto del paso del tiempo, y lo hizo perdiéndolo en crear una sucesión pictórica de números desde el 1 hasta su finitud humana, con la esperanza, quizás, de que alguien decida seguir con su extravagante labor.
Nos viene a la cabeza la ópera prima de Darren Aronofsky "Pi: Fe en el caos", en la que un matemático se disponía a descifrar el código numérico 3,1416...y es que, la realidad siempre va a superar a la ficción.
Aunque la idea de base no tiene nada que ver con esta cinta de culto, Roman Opalka comenzó con la figura "1" en 1965, y pasó todos y cada uno de sus días dibujando unos 400 números consecutivos; en el momento de su muerte, en agosto de 2011, el conteo de décadas del artista había alcanzado los 5.607.249.
Para su primer lienzo, o "detalle", como él los llamó, Roman optó por un fondo negro con la altura correspondiente a su altura y al ancho que tenía la puerta de su estudio de Varsovia.
Con un pincel fino pintó su pequeño “1” en la esquina superior izquierda y, continuó pintando filas ordenadas de pequeños números consecutivos de un lado del lienzo al otro; cuando llegó a la esquina inferior derecha, ya había alcanzado los 35.327 pero, eso fue solo el comienzo de un viaje que se antojaba ilimitado.
Su obra él mismo la describía así, “Todo mi trabajo es una sola cosa, la descripción del número uno al infinito; una sola cosa, una sola vida [...] el problema es que somos, y estamos a punto de no serlo".
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A lo largo de los 46 años que pasó pintando su secuencia de números minúsculos, Opalka completó un total de 222 lienzos; quiso alcanzar el 7.777.777, un número con un significado profundo, filosófico y religioso pero, se detuvo por debajo de los 6.000.000.
El último número que pintó fue el 5.607.249, aunque es difícil decirlo sin mirar de cerca, porque estaba pintado con pintura blanca sobre un lienzo blanco.
Roman Opalka describió su imposible desafío como una metáfora de la existencia humana; “El tiempo como lo vivimos y cuando lo creamos encarna nuestra progresiva desaparición; estamos al mismo tiempo vivos y frente a la muerte, ese es el misterio de todos los seres vivos".
Nosotros, igual no somos o no queremos ser tan conscientes del paso del tiempo, pero lo que tenemos claro es que queremos aprovecharlo y no siendo contínuamente conscientes de que pasa, como una sucesión limitada de números.