En la vida cotidiana es fácil aburrirse con las rutinas repetitivas. Cuando uno se aburre lo que nos rodea se vuelve gris y apagado, por eso es esencial aprender a ponerle color a la vida para convertirla en una experiencia mucho más divertida.
Los cuadros del artista madrileño Andrés Lozano son una buena representación de ese don por convertir lo cotidiano en una sensación multicolor. Sus habitaciones pobladas con objetos comunes sobresalen del lienzo gracias a la utilización de colores vibrantes y trazos ágiles.
Libros abiertos, tostadoras humeantes, lámparas, plantas y cafeteras son solo algunas de las cosas que se pueden ver en sus pinturas. Su colorido arte representa la vida tal como la conocemos, pero añadiendo ese toque de fantasía que tanta falta nos hace a veces.
Sus trabajos exploran el vínculo entre arte, creación e improvisación a través de una serie de pinturas semi-biográficas que materializan un mundo de personajes apáticos y solitarios rodeados de naturaleza e interiores.
Lozano trabaja generalmente los grandes formatos, con acrílicos, ceras al óleo y spray. A pesar de estar fuertemente arraigado en el diseño y la composición, ya que la mayoría de las ideas para sus obras provienen de dibujos improvisados, sus pinturas dan prioridad al proceso por encima del resultado final.
Ha realizado ilustraciones para el New York Times, Forbes, The New Yorker... En todas ellas, imprime otra de sus señas de identidad: el humor cotidiano y personal que desprenden gran parte de sus obras. Igual que ocurre en algunos de sus cómics favoritos, los personajes, las anécdotas y los paisajes de Andrés Lozano parecen interpelar al espectador, tratando de hacerle sentir parte de la escena que se está sucediendo ante sus ojos.
