El dibujo que Edward Hopper hizo con 9 años en su cuaderno escolar de calificaciones
Edward Hopper es una de las figuras más trascendentales del arte contemporáneo por sus pinturas en las que muestra la soledad del individuo en una sociedad moderna. La soledad plasmada como manifestación artística es algo que ya le rondaba por la cabeza desde niño.
Una frase un tanto coloquial asegura que “infancia es destino” y, aunque la afirmación merece discutirse y matizarse, lleva algo de razón. Durante esos primeros años de nuestra vida se sientan las bases de mucho de lo que después tomará forma en actos concretos, en decisiones que creemos tomar conscientemente, en equívocos y tropiezos, pero también en logros y alegrías.
Por más que desde hace unos años exista una gran obsesión en torno a la crianza y la educación de los hijos, lo cierto es que la suma de circunstancias en la vida de una persona es tan amplia y azarosa que nunca se sabe cómo será de adulto.
Con esta breve reflexión, queremos acompañar la reproducción digital de este boceto, un dibujo sumamente elocuente que, si bien pertenece a un gran artista, sorprende aún más por el momento en que fue realizado: nada menos que cuando ese gran artista tenía apenas 9 años y tomó su cuaderno de calificaciones, le dio la vuelta y comenzó a dibujar.
Un niño como el adulto que iba a ser, atraído ya por la soledad y la tristeza, por los vagabundos que cenan solos en un merendero cualquiera en plena madrugada, que pasan sus domingos mirando por la ventana del cuarto donde viven o que comparten con otros sus penas de amor, pero siempre desde un aislamiento que parece imbatible.
¿Infancia es destino?
El dibujo es parte de un archivo de más de mil piezas que hace unos años recibió la Edward Hopper House, la casa-museo en Nyack, Nueva York, donde el pintor nació y creció y que se habilitó como museo para difundir la vida y obra del pintor.
