La cultura estadounidense, en las señales de carretera de los años 60 y 70
Los ‘road trips’ por Norteamérica no serían lo mismo sin los rótulos de grandes dimensiones que vigilan desde las alturas a los conductores.
No hace falta haber estado en Estados Unidos para hacerse una idea aproximada sobre cómo lucen las autopistas del país: en sus márgenes, grandes señales se erigen imponentes a la vera de los negocios mientras reclaman la atención de los conductores.
Langostas, hamburguesas, mazorcas de maíz, naves espaciales, rosquillas y hasta dinosaurios, cualquier forma vale para publicitar los locales de carretera y dejar claro a simple vista qué ofrecen a quienes recorren el país sobre cuatro ruedas.
Es imposible pasar por alto este tipo de señales tan características que hasta podrían ser esculturas de arte. Eso es lo que pensó John Margolies, un fotógrafo que comenzó a documentar con su cámara un fenómeno único en el mundo y tan sumamente yanqui.
Cualquier interesado puede consultar el archivo de Margolies, gracias a que el usuario de Twitter Parker Higgins se ha encargado de recopilarlo mediante un bot en una página bautizada como Old Roadside Pics.
John Margolies nació en 1940 y es un fotógrafo multipremiado por su trabajo, centrado en documentar la idiosincrasia arquitectónica de Estados Unidos.
Su amor por la carretera comenzó a una edad muy temprana, en los viajes familiares, y terminó por desarrollarse cuando, a los 16 años, se hizo con su primer coche y comenzó a viajar llevando él mismo el volante.
La fascinación por un fenómeno estadounidense sin par quedó reflejado en el fotolibro Road Side America (2010), editado por el autor y periodista Phil Patton.
Para el libro, Margolies solía alquilar un coche a finales de la primavera, en épocas en las que las carreteras estaban más descongestionadas. Equipado con neveras para mantener los carretes fríos y evitar así su deterioro y desaturación, el resto de sus pertenencias las metía en bolsas.
El fotógrafo pasaba la mayor parte de las noches en moteles hasta el amanecer, momento en el que aprovechaba para volver a la carretera y disfrutarla casi en soledad, con el horizonte como compañero y las siempre llamativas señales de grandes dimensiones como testigos de su periplo.
Por María Toro