Un periódico sobre una mesa de terraza.

"La vida sencilla": un poema de Octavio Paz sobre el milagro de estar vivos

Podemos perder el sentido de la vida en esos mares de superficialidad y frivolidad que inundan unos días en los que nos es difícil caer en la cuenta de que nuestra existencia es mucho más hermosa y más sencilla de lo que nos dicta una sociedad de dudosos valores.

Octavio Irineo Paz Lozano (Ciudad de México, 31 de marzo de 1914 -19 de abril de 1998) fue un poeta, ensayista y diplomático conocido por ganar el Premio Nobel de Literatura en 1990 y el Premio Cervantes en 1981. Se le considera uno de los más influyentes autores del siglo XX y uno de los más grandes poetas de todos los tiempos.

Retrato de Octavio Paz

En su poema Vida sencilla, el poeta hace un canto honesto a cómo vivir aprovechando y disfrutando cada pequeño detalle; desde reír a carcajadas y bailar sin pudor hasta ser amables con los desconocidos o generosos con el prójimo. Los mejores regalos de una vida sencilla no se compran con dinero.

Fotografía de Iris Humm
Fotografía de Iris Humm.

Vida sencilla, un poema de Octavio Paz

Llamar al pan y que aparezca
sobre el mantel el pan de cada día;
darle al sudor lo suyo y darle al sueño
y al breve paraíso y al infierno
y al cuerpo y al minuto lo que piden;
reír como el mar ríe, el viento ríe,
sin que la risa suene a vidrios rotos;
beber y en la embriaguez asir la vida,
bailar el baile sin perder el paso,
tocar la mano de un desconocido
en un día de piedra y agonía
y que esa mano tenga la firmeza
que no tuvo la mano del amigo;
probar la soledad sin que el vinagre
haga torcer mi boca, ni repita
mis muecas el espejo, ni el silencio
se erice con los dientes que rechinan:
estas cuatro paredes ?papel, yeso,
alfombra rala y foco amarillento?
no son aún el prometido infierno;
que no me duela más aquel deseo,
helado por el miedo, llaga fría,
quemadura de labios no besados:
el agua clara nunca se detiene
y hay frutas que se caen de maduras;
saber partir el pan y repartirlo,
el pan de una verdad común a todos,
verdad de pan que a todos nos sustenta,
por cuya levadura soy un hombre,
un semejante entre mis semejantes;
pelear por la vida de los vivos,
dar la vida a los vivos, a la vida,
y enterrar a los muertos y olvidarlos
como la tierra los olvida: en frutos...
Y que a la hora de mi muerte logre
morir como los hombres y me alcance
el perdón y la vida perdurable
del polvo, de los frutos y del polvo.

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