Cultura Inquieta, con la colaboración de Iberdrola, presenta los siete cuentos ganadores de "Relato exprés": un concurso en Instagram de relatos cortos con 2.000 euros en premios que celebra la belleza de las palabras y que lanzamos el Día Internacional del Libro y de la Lengua Española, el 23 de abril.
Desde Cultura Inquieta, de la mano de Iberdrola, lanzamos Relato exprés para conocer qué os inspira y animaros a que trasladéis vuestras almas a las palabras a través de la imaginación y dos sencillas herramientas: imágenes inspiracionales y el relato exprés que os inspirasen.
Coincidiendo con el Día Internacional del Libro y de la Lengua Española, el 23 de abril, os animamos a compartir con nosotros vuestro talento imaginando esas historias que nos emocionaran de alguna u otra manera.
Confesamos que estamos encantados con la acogida y, de hecho, ante la altísima participación, con más de 7.000 relatos participantes, tuvimos que pediros más tiempo del que establecimos en un primer momento para poder leerlos todos con el detalle que se merecían.
Para participar en Relato exprés, debías subir una imagen, un carrusel con varias o un vídeo (ya fueran fotografía, pintura o ilustración; de autoría propia o ajena) a vuestro perfil abierto de Instagram y escribir un relato en castellano que guardara conexión con la imagen o el vídeo. La extensión del relato debía ser de 2.200 caracteres (el máximo que permite Instagram) y, al final de la historia, teníais que añadir las menciones @culturainquieta e @iberdrola y el hashtag #relatoexprés.
Se pudo participar desde el 19 de abril hasta el 7 de mayo de 2023.
El concurso ha llegado a su fin y el jurado, formado por miembros de Cultura Inquieta y escritores profesionales, ya ha escogido a los 7 relatos ganadores de Relato exprés.
Nota: podíais participar con relatos ya escritos o presentados a otros concursos, pero siempre originales. Confiamos en vuestro buen hacer, aunque si tras la comunicación de ganadores nuestros lectores o nosotros descubrimos que ha habido algún plagio, procederemos a descalificar a esa persona por participación fraudulenta y el premio pasará a ser otorgado a otro u otra participante.
Los 2.000 euros en premios, de dotación económica, se reparten de la siguiente manera entre los 7 ganadores:
- Primer premio: 600 euros
- Segundo premio: 400 euros
- Del tercer al séptimo puesto: 200 euros
Enhorabuena a todos los premiados y a quienes habéis participado en Relato exprés regalándonos un pedazo de vuestra imaginación con historias que nos han hecho volar a otros lugares donde todo puede ser posible. Gracias por seguir sorprendiéndonos.
Primer premio, dotado con 600 euros
De todos los objetos que Bruno posee, su clavo de hierro ocupa un lugar especial.
Se encuentra en un pequeño rincón destinado a los recuerdos en miniatura, sobre un estante rojo cubierto de polvo. Junto a él descansan la catedral de Florencia, un hórreo gallego, un templario leonés y un mechero de Budapest.
Bruno siempre dedica un segundo más de su pensamiento a su apéndice de metal. Se trata de un clavo muy cabezón, de seis centímetros de largo y un capuchón desproporcionado para su tamaño. Y es el único objeto del cual conoce exactamente el día de su creación: un veintisiete de Julio del año dos mil y trece, en Grandas de Salime, Asturias. Un herrero escogió la materia prima y la moldeó hasta convertirla en este pequeño cabezudo, una suerte de champiñón de hierro forjado a martillazos. Él se lo quedó y lo conservó hasta su regreso a Madrid.
Bruno es consciente de que el resto de sus recuerdos carecen de una fecha pública de nacimiento. Pero a este lo vio nacer, asistió a su creación como quién contempla un alumbramiento, y si uno se aferra a este vínculo, el resto de sus miniaturas no dejan de ser unas desconocidas. Porque este clavo nacido en una remota región asturiana posee una autenticidad primitiva, forjada sobre un metal de millones de años.
Sin embargo, cuando llegó a Madrid, Bruno le otorgó el mismo status que al resto. Lo situó junto a miniaturas artificiales, diseñadas para evocar una experiencia manufacturada. Lo aparcó junto a una efigie de plástico y una chapa de la sagrada familia, o al lado de una bola cristal con el Taj Mahal dentro, y eso que nunca ha estado en la India.
Ni siquiera le concedió un rinconcito apartado, el privilegio de unos centímetros solo para sí mismo tras miles de años bajo tierra.
Y ahora, debido a esta profunda injusticia en la jerarquía de sus recuerdos, se siente en deuda con su estaca de hierro, que le transmite una sensación de realidad, palpable y verdadera.
Desearía diferenciarlo del resto.
Quisiera elevarlo a los altares de las pequeñas posesiones con un vínculo especial.
Y sin embargo, no lo hace.
Segundo premio, dotado con 400 euros
Me sumerjo en el agua y me hago la muerta, intentando emular a la Ofelia de Millais. No puedo abrir del todo los brazos porque la porcelana me aprisiona y ha decidido no moverse del sitio. Una vez que el agua ha inundado mis oídos, siento un rumor sordo de fondo, como de olas batiendo en la lejanía. Después escucho mi latido. Pum pum. Pum pum. De mis manos no salen flores. El agua empieza a tintinear: una moto de gran cilindrada pasa por la carretera y su rugido vibra en mis oídos. El bebé de los vecinos se echa a llorar. Alguien tira de una cisterna. Una mujer canta. Un puñado de canicas cae al suelo y ruedan hasta chocar contra una pared: me persiguen por todos los pisos en los que he vivido. La espuma comienza a disolverse, el agua se templa. Siguen sin salirme flores.
Tercer premio, dotado con 200 euros
@borjaecheve, "El peor novio de la historia"
Berlín 1945
—Para mí un café con leche y una berlinesa. Muchas gracias.
—Eva, ¿has visto cómo te ponía ojitos el camarero? Es bastante mono, ¿por qué no le das tu número?
—No digas tonterías, Greta. Ya sabes que estoy saliendo con Adolf.
—De eso te quería hablar. ¿No es un poco pronto para comprometerte? Igual deberías conocer a otras personas, vivir nuevas experiencias...
—¿Para qué voy a conocer a otros? Adolf es perfecto, el prototipo alemán.
—Sí, rubio y con los ojos azules.
—¿Qué insinúas?
—Nada, nada. Es que creo que te estás conformando. ¿Por qué no sales con un hombre de verdad? Alguien que pueda dejarse un bigote completo.
—¡La vida es muy fácil para los que tienen vello facial! No importa que seas feo, que te dejas barba y pum, te conviertes en un dios nórdico. Adolf ha tenido que desarrollar una personalidad. Es un artista.
—No le quisieron ni en Bellas Artes, y ahí aceptan a cualquiera.
—Lo que pasa es que le tienes manía. Te cayó mal desde el principio, admítelo.
—¡Nos cae mal a todos! He intentado decírtelo muchas veces, pero el amor te ha cegado. Te niegas a reconocer que estas en una relación tóxica.
—¡Adolf es muy buena persona, no podría tener un novio mejor!
—Ya. ¿Y qué me dices de su problemilla con los judíos?
—¿Has visto algún judío ortodoxo? Con esas barbas que les llegan hasta el suelo, llenas de sensuales tirabuzones... ¡Van provocando! Normal que Adolf les tenga algo de tirria.
—¿No te das cuenta? Es un acomplejado. ¿De verdad quieres pasar el resto de tu vida con alguien así?
—Puede que tengas razón, quizás deberíamos tomarnos un descanso. Se lo explicaré cuando encuentre el momento.
—No te vas a decidir nunca.
—Lo haré, pero este finde no puede ser. Nos vamos de escapada romántica.
Adolf ha alquilado un pequeño búnker en las afueras de Berlín para nosotros solos. Después de eso se acabó, te lo juro.
Cuarto premio, dotado con 200 euros
@elena.bethencourt, "Lenguas vivas"
Me quedo mirándola sufijo a los ojos y me siento el sujeto más predicado del mundo. Con voz pasiva le susurro lo adjetiva que es. Ella, muda como una hache, me analiza sintácticamente. Mientras intento adivinar en su elipsis si también desea una oración copulativa, me da una oclusiva bilabial sonora que volvería apócope a cualquiera. Luego, se quita lentamente la tilde y la deja en el suelo. Yo también. Acerca su verbo al mío y nos conjugamos enteros con suavidad. Al rozarle las diéresis se vuelve esdrújula. A mí se me sustantiva el morfema y me pongo gerundio como un nominal. Tras mil complementos circunstanciales de modo, llegamos —entre interjecciones— al glosario y caemos léxicos sobre las sílabas blancas.
Soy un semántico y la acurruco entre mis párrafos para recitarle un fonema. No le gusta la subordinación de los pronombres “tú y yo”, me dice. Recoge su tilde del suelo, se la pone y se va: ya ha diptongado, así que me deja hiato.
Me quedo dativo con la mirada perdida en el nexo, recordando su desinencia, maravillado por la sintaxis tan singular del género femenino.
Quinto premio, dotado con 200 euros
@lolita_lacoste, "Muerte entre las flores"
Hace días que me lo repites, dices que se nos está muriendo el tiempo, se muere en casa, se muere en la calle y en el jardín. Por todos lados vemos fragmentos de horas, días y meses agonizando. Lo malo es que cuando el tiempo muere ya nunca vuelve a nacer.
Tal vez por eso andas recogiendo pedazos de tiempo por los rincones, día a día vas atesorando restos de horas y de días con los que tropiezas a menudo mientras callejeas por el centro de la ciudad.
Dices que vas a guardarlos, quieres protegerlos para que no desaparezcan, y ya en casa escoges la buhardilla para esconderlos, los acomodas junto a esos recuerdos que a veces miramos con pesar.
Poco a poco se ha ido llenando el altillo de meses, días y horas. Los cuidas con esmero, les llevas comida y agua y les vendas las heridas. Desde la ventana, los fragmentos de tiempo contemplan con temor el silencio que cubre el jardín, tienen miedo a morir, como mueren esas flores abandonadas en tierra de nadie.
El tiempo sigue acumulándose en casa de forma escandalosa. Los días y los meses ya casi no caben en el desván y han ido ocupando todo el espacio, primero fue la escalera, más tarde el comedor y poco a poco han ido invadiendo toda la casa. Ya no nos queda ningún rincón por habitar.
Empiezas a temer lo peor, que no puedas cobijarlos a todos y tengas que abandonarlos a su suerte o dejar que vivan como puedan en el jardín.
Decides prestarles la casa para que no acaben deambulando por las calles, ebrios de soledad. Por eso hemos decidido marcharnos. Les hemos dejado comida y agua para media eternidad.
Mientras nos alejamos nos aturde contemplar las flores del jardín rodeando la casa. Nunca habían lucido con un color tan vívido, de una belleza casi irreal. Resulta insólito ver esa mezcla de flores trepando sobre la hiedra mientras el tiempo permanece dentro, encerrado para siempre.
Sexto premio, dotado con 200 euros
@davidlcepero, "50 oportunidades perdidas"
Alba habita en la casa del cerro. Siempre le gustó sentirse independiente. Su novio le ha pedido matrimonio en innumerables ocasiones, pero ella se resiste a abandonar su reducto de libertad. A pesar de todo, él le regala un ramo de rosas rojas cada 14 de febrero con la esperanza de convencerla.
Hoy, el día señalado, Alba ha decidido dar el paso y lo recibirá con un «sí, quiero». Ha llegado a la conclusión, al fin, de que la perseverancia de su amado bien merece esa recompensa…
Se asoma a la ventana para esperarlo. Cuando lo ve acercarse, se atusa el pelo y se desabrocha un botón de la camisa. Cuando está a punto de llegar a la puerta de su casa, sorprendentemente, él pasa de largo con el ramo de rosas y sigue caminando por el sendero que conduce hacia el cementerio.
Séptimo premio, dotado con 200 euros
Ha tenido muchos nombres, muchas declinaciones de una abreviación. Al nacer, María. De hija, Marieta. De casada, Maru, Maruchi, Maruja, Marujín. Después fue mami y mamá y para cuando ya era iaia, o abuelita, un día quisimos comer caracoles. Fue en verano, y pasada la mitad de la mañana cayó una tormenta en plena siesta borreguera. Cuando paró de llover, Manolín, su marido, salió a buscar caracoles al barranco. Manolín, cógelos bien gordos, le dijo, que vienen los críos de Asun. Pero Manolín se quedó con los caracoles babeando en los bolsillos y Maru se atavió sus parasoles aquella misma tarde.
No hemos vuelto a verle los ojos, pero recuerdo que sus iris eran grises y descascarillados, como la plata envejecida. Enri le dice que se le van a poner malos los ojos de insolación y a mí me zarandea su robustez léxica. Incorrecto, inaccesible, invertebrado, insolación.
Con los años, hizo un pequeño parterre en el jardín, con flores altas y plantas verdes, al que añadió un lecho de sacrificio con coles y mostaza, para atraer a los caracoles y que se alimentaran de hortalizas y tallos bajos. De este modo, nunca necesitarían acceder al tronco de las flores y dejarían sus hojas con vida.
Maru rociaba con agua el jardín cada noche y se sentaba para ver cómo emergían los caparazones entre el alforfón y las acelgas.
La otra mañana estuve con ella y Enri, y observé lo bonitas que estaban las flores. Es por el lecho, dijo Maru, y yo puse cara de idiota. Mercedes, que el chiquillo no sabrá qué es eso, explícale, le dijo Enri.
Yo no conocía la historia de los caracoles ni recordaba su nombre de pila y tardé unos segundos en reconocer a mi abuela Maru como María Mercedes.
Maru, Maruja, Maruchi, Marujín guardaba una identidad privada, una intimidad adherida a su segundo nombre. El día en que Manolín se perdió entre los caracoles fue Mercedes quién decidió enfundarse en sus gafas, dando por concluida su identidad abreviada, rebozada, por completo, en diminutivos y hierbabuena.
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