Entrevista al filósofo José Miguel Valle: "La bondad es el punto más elevado de la inteligencia"

Filósofo, docente e investigador independiente, el campo de reflexión de José Miguel Valle son las interacciones humanas.

Autor de varios ensayos sobre "el animal que habla cuando habla con otros animales que también hablan", cada martes se puede leer un nuevo artículo en su blog Espacio Suma NO Cero.

La insólita historia ocurrida con uno de esos artículos es la base del libro recién publicado La bondad es el punto más elevado de la inteligencia (Alvarellos Editora). Conversamos con él acerca de este ensayo y las ideas principales que aborda. 

Entrevista y fotografía realizadas por Eimi Gond.

Hablamos sobre tu nuevo libro acerca de la bondad. ¿Cómo surgió la idea de escribir un ensayo sobre este tema? 

La intrahistoria de este libro tiene su origen hace unas temporadas, cuando escribí y publiqué en mi blog el artículo La bondad es el punto más elevado de la inteligencia. En menos de una semana el artículo recibió más de un millón de visitas, una cifra estrafosférica en comparación con el resto de textos. En aquellos días el artículo se compartió y se reprodujo por un sinfín de lugares, a la vez que muchas personas contactaron conmigo para expresarme el disfrute de su lectura o para compartir ideas personales suscitadas por el texto.

Este fenómeno viral me dejó tan perplejo e intrigado que comencé a interrogarme qué podía haberlo ocasionado y por qué. 

El filósofo José Miguel Valle, fotografiado por Eimi Gond.

¿Podría ser que la bondad nos atrae en sí misma? 

He comprobado que cada vez que se comparte en las pantallas algo asociado a la bondad la gente presta muchísima atención. Es un tema que interpela y moviliza.

En el caso de mi artículo, creo que el hecho de emparejar la bondad con la inteligencia tuvo mucho que ver con su viralización. En el ensayo explico cómo ambas dimensiones acaban convergiendo en un mismo punto.

También juego con la hipótesis de que parte del atractivo del texto pudo recaer en que desligué la bondad de cualquier credo religioso, y la simplifiqué hasta la tautología: como todo lo que consiste en hacer, para actuar bondadosamente basta con poner en práctica la bondad.

Leo que "la bondad es la acción más inteligente de entre todas las que podemos elegir".

Sostengo que la bondad y todos sus correlatos tanto éticos como sentimentales son la maximización de la racionalidad, que es una manera de nominar a la inteligencia cooperadora en marcos de interdependencia.

Hay que remarcar que ninguna persona existe al margen de las demás, que su existencia es el resultado del ensamblaje con otras existencias. Nuestra persona es una posición y a la vez una intersección.

Necesitaría más tiempo para explicarme, pero creo que en el libro desgrano suficientes argumentos que apuntalan que actuar con bondad es una praxis netamente inteligente. Para afirmar algo así de tajante parto de que todas y todos somos seres afectivos, vulnerables y mortales, lo que exige altura de miras para urdir estrategias de cuidado sobre lo común y de atención mutua. 

Amélie (2001), Jean-Pierre Jeunet.

Cuando el artículo se publicó en Cultura Inquieta, se repitió el fenómeno viral.

Un tiempo después de la viralización vivida en el blog, Cultura Inquieta contactó conmigo para publicar La bondad es el punto más elevado de la inteligencia. Las cifras volvieron a dispararse, el texto vivió una segunda viralización. Retomé la investigación de por qué a las personas nos seduce tanto todo lo relacionado con la bondad.

Por los muchos comentarios que compartieron conmigo quienes leyeron el artículo, algunos de los cuales aparecen ahora en el libro, una posible respuesta que encontré es que estamos ávidos de bondad, es decir, estamos exhaustos de un modelo de vida tecnofrenético obsesionado con la productividad y la rentabilidad monetaria, y muy desatento con lo humano. Aspiramos a otras maneras más sensatas y más disfrutables de organizar la existencia. En el capítulo final abordo ideas, sobre todo qué formas de sentir y vincularnos favorecen que nos tratemos de un modo más bondadoso, más atento, más afín a la dignidad de la que toda persona es titular.

He leído que "hacer el bien sienta bien" y escribes que esta afirmación tendría que abrir todos los informativos. 

Quien actúa bondadosamente recibe la gratificación inserta en el despliegue de la propia acción. Es maravilloso comprobar que cuando colaboramos al bienestar y el bienser de los demás nos sentimos reconfortados. Cuando nos sentimos bien propendemos a repetir la acción, lo que nos hace sentirnos todavía mejor, incentivo que alienta volverla a repetir. He aquí la estructura de un hábito, palabra clave en el vocabulario ético, y una forma de que la alegría nos regale esa energía sin la cual es díficil emprender ningún propósito elevado.

Conte d'hiver (1992), Éric Rohmer.

Si es así, entonces, ¿por qué nos cuesta tanto ser bondadosos?

La pregunta que me formulas la plantearon numerosas personas lectoras los días en que el artículo se propagó por la metrópolis digital. De hecho, tanto la pregunta como algunas de las respuestas están recogidas en el libro.

Solemos poner en cuestión la bondad porque la releemos de manera privada y parcial, es decir, como un coste personal que quizá no nos dispense reembolso alguno, pero es un criterio poco afortunado porque nos cierra los ojos a la visión colectiva, que es el epicentro de la bondad.

¿Quizá por eso defiendes que "la expresión política de la bondad es la justicia"?

Actuar y pensar bondadosamente desemboca en una idea de justicia que tiene en cuenta a los demás como entidades valiosas. De este modo, la bondad se desromantiza y se politiza, es decir, opera en el espacio y las necesidades compartidas. Esa es la noción de bondad que defiendo en el libro, la que no se detiene en el círculo de proximidad y vindica lo justo en cualquiera de los círculos humanos. 

Portada del libro La bondad es el punto más elevado de la inteligencia.

El libro consta de tres capítulos: los dos primeros son como una crónica, pero el tercero es pura reflexión. 

Dediqué mucho tiempo a hibridar el relato de no ficción con el ensayo. No quería que el libro fuera ni lo uno ni lo otro. Moverme por esas zonas fronterizas y zizagueantes no fue sencillo, pero estoy muy contento con el resultado final de ese juego literario. 

En ese último capítulo te dedicas a explicar pormenorizadamente una serie de conceptos sin los cuales no es posible hablar de la bondad. 

Pensar es aportar esclarecimiento sobre abstracciones que más temprano que tarde dan lugar a acciones, y para ello es imprescindible detallar. Sin matices el ejercicio filosófico no podría existir. El último capítulo es una loa a las palabras que nos humanizan, y sobre todo una reivindicación a no proferirlas en vano para que no devengan en pronunciamientos sin capacidad movilizadora.

Algo que quieras añadir para terminar. 

Cuando pronuncio conferencias o imparto cursos compruebo que tenemos mucha desorientación sobre nuestras propias posibilidades afectivas y políticas. Si tuviera que sintetizar el contenido de este libro diría que es una invitación a imaginar posibilidades, otras maneras de articular algo tan fascinante como el acontecimiento interdependiente de existir. Necesitamos que prendan sentimientos buenos en nuestro interior para llegar a ser ciudadanía justa en el exterior. 

Muchas gracias.

Gracias a ti y a Cultura Inquieta.

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