Somos uno con el mundo que habitamos, nuestros cuerpos son materia biológica en continuo cambio, como la tierra que pisamos. Estas esculturas nos recuerdan ese vínculo tan especial.
A veces, la unión que sentimos con la naturaleza en nuestro interior es tan grande que no podemos describirla con palabras. Las emociones nos invaden y parece imposible describir ese cúmulo de sensaciones intensas.
El artista sudafricano Daniel Popper consigue transformar toda esa vorágine interna en algo tangible. Sus esculturas antropomórficas de gran tamaño nos trasladan a esa conexión la vida, un canto a la Tierra y a lo que nos hace humanos en relación a nuestro entorno.
Madre, vidrio, cemento… cualquier material es bueno para que Popper cree una imponente figura de un paradójico aspecto frágil. Aunque en su interior resida una fuerza sobrehumana que se manifiesta en una apertura literal del pecho en algunas ocasiones para dejar salir ese rayo de energía.
El artista coloca sus esculturas tanto en espacios públicos como privados, pero nunca en lugares escogidos al azar. Sus creaciones dialogan con el entorno, les dotan de fuerza y nos recuerdan la belleza de vivir en este planeta.
Popper ha conseguido dar forma y dotar de vida a una serie de sentimientos que, en su mayoría, nos cuesta expresar con palabras. Por suerte, ahora podemos admirar nuestras emociones en forma de escultura.