Este artista cubano se considera un hurgador inquieto, un arqueólogo visual que opera técnica y discursivamente sobre la elasticidad de un registro de realidad a través de viejas fotografías analógicas.
Las obras de Hernández miran a la historia y a lo histórico. No como algo pasado que ya fue, sino como parte de la historia actual, "como abrevadero de sentidos que resultan, casi siempre, perturbadores y perversos", según las palabras del propio artista.
Desde La Habana este relato visual original abarca lo ideológico, lo social, lo político, lo religioso y lo familiar a través de pedazos de fotografías antiguas. También de la cultura cubana, mestiza y singular, deleitándose en la nostalgia.
"Me apropio de un testimonio encontrado que abarca los años veinte y ochenta del siglo pasado; lo archivo, lo clasifico y lo transmuto en nueva metáfora. Manipulo a consciencia, elaboro meticulosamente realidades otras, yuxtapuestas, ensambladas, mutiladas, donde no pretendo disimular las huellas del tiempo en el papel, ni las costuras resultantes de estos fotocollages", explica Ricardo Miguel sobre su trabajo.
En él ensambla paisajes, retratos, escenas costumbristas y motivos abstractos para reformular la memoria individual y colectiva, para enriquecer ese patrimonio encontrado muchas veces en el interior de una familia cubana y para recordarnos quiénes somos.
Ricardo Miguel Hernández: Web | Instagram