La galerna es una seña de identidad del mar cantábrico por su fiereza y su excepcionalidad, ya que es un fenómeno meteorológico único en el mundo que sólo afecta a la costa vasca.
Como donostiarra, el fotógrafo Jon Cazenave encontró en este fortísimo y traicionero vendaval un concepto que podía contener a la perfección su último trabajo, la serie fotográfica Galerna.
Se trata de un proyecto personal de largo recorrido, en el que estuvo involucrado durante más de diez años, y que comenzó como un acercamiento a la situación política del País Vasco, para pasar a una investigación más genérica del alma vasca, más centrada en las raíces y la relación con el entorno.
Como una fuerte sacudida del viento, el artista vasco decidió en 2007 dar un vuelco a su carrera profesional y abandona su trabajo en el ámbito de las finanzas para dedicarse de lleno a la fotografía. Un salto al vacío que da como una necesidad, en busca de su propia voz artística y con el fin de ahondar en su identidad a través del paisaje. Fue en este instante, aún sin él saberlo, cuando nació este proyecto.
Sus primeras imágenes vienen marcadas por la realidad política de su tierra, pero muy pronto le sobreviene otra necesidad, que es la de descubrir el alma de su territorio y la de sus orígenes.
Poco a poco se va distanciando del enfoque documental para dirigirse hacia otro lenguaje fotográfico más esencial. Se apega así a su entorno cercano: la montaña, el bosque, el mar y sus pescadores, la cultura vasca y sus ritos, también el animal y, más tarde, las cuevas con las que se fusiona.
Llegan las imágenes negras, puras, directas, talladas en la materia. Jon Cazenave hace una incisión en el paisaje, su propio paisaje.
“Se nos bombardea con ese concepto del paisaje asociado a una geografía. Pero creo que como mucho podría existir el paisaje de un vasco. El paisaje vasco es exactamente igual que el navarro o el cántabro, En mí ha servido como una liberación”.