Aunque somos muy partidarios de la frase "No es lo que tengo, es lo que soy", en muchas ocasiones, aquello que tenemos puede dar mucha información de nosotros, sobre todo si todas nuestras posesiones materiales caben en una sola fotografía.
El fotógrafo Gregg Segal denuncia y reivindica diferentes hechos a través de capturas en las que rodea a sus modelos de objetos o alimentos que sirven para que reflexionemos sobre la basura que producimos, las dietas que llevamos o, como ocurre con su último trabajo, el angustioso viaje vital que supone ser un inmigrante.
En su última serie titulada "Undaily Bread", Gregg Segal fotografía a inmigrantes venezolanos con la totalidad de sus pertenencias a su alrededor. Creada en colaboración con ACNUR, la organización que ayuda a refugiados de todo el mundo, el proyecto muestra cómo es la vida de un refugiado venezolano, desde los ingredientes de sus comidas diarias hasta las zapatillas rotas de sus pies.
Cada imagen publicada en el perfil de Instagram de Segal, incluye una leyenda extensa que describe el difícil viaje de cada familia.
“Arianny Torres empacó algunas mudas de ropa, un par de juguetes, medicamentos, pañales, un biberón, fotos de familiares y su Biblia en su mochila. Con su hijo Lucas y su hija Alesia viajó 976 kilómetros desde Maracaibo hasta Bogotá [...] Ahora vende dulces en la Plaza Bolívar y aunque las cosas podrían ir mejor, al menos la vida es más estable que en Venezuela y sus hijos pueden comer tres veces al día.
“Para mí, la fotografía comunica mejor que las simples palabras. Las estadísticas son importantes, pero la gente no está tan interesada en las estadísticas. Las instantáneas son emocionales porque describen lo poco que tiene la gente", declara Segal.
“Nathalia Rodríguez, de nueve años, caminó desde Barquisimeto (Venezuela) a Bogotá con su mamá, solo comió pan, galletas saladas, arepas, papas fritas, agua, jugo, piruletas y la única fruta que podían pagar, bananas. Han pasado 3 años desde que Nathalia se comió una manzana. Las manzanas cuestan 5.000 bolivas ahora en Venezuela, unos 12 dólares estadounidenses. A pesar del duro camino que recorrió, Nathalia proyecta resistencia y determinación".
“La hija de Yosiahanny siente la patada de su hermano o hermana en el vientre de su madre. Hicieron el viaje desde Venezuela sobreviviendo de arepas y agua. Aunque la vida en Bogotá es difícil, Yosiahanny está agradecida de poder comer más de una vez al día. Dice que lo que hace tolerable la crisis es el amor”.
“Cuando conocí a Williams, de 7 años, me mostró su mochila en la que llevaba algunas cosas de casa, incluida su última tarea. Extraña las arepas y el pollo guisado de su abuela. En la larga caminata desde Venezuela, solo había pan, agua, galletas y fruta para comer ”.
“Michell, una madre soltera, hizo el viaje con sus dos hijos dos veces. Durante el segundo intento, Michell tuvo un ataque epiléptico y perdió el conocimiento. 16 días después llegó a Bogotá y fue admitida. En su retrato, Michell lidia con la energía de sus hijos, tratando de calmar a su hija mientras su hijo parece conducir el autobús. Después del rodaje, su hijo pequeño sostenía dos barras de pan, las llevaba por el estudio y las guardaba bajo los brazos para más tarde".