Se le presupone al arte la capacidad de conectar a las personas. Las obras nos unen porque son un reflejo de nuestra historia, de nuestro tiempo, de nuestros miedos y deseos, de nosotros mismos como individuos que conforman una gran sociedad.
Al arte también se le ha asignado la función de agente agitador. Numerosas propuestas artísticas nos invitan a la confrontación de ideas y al cuestionamiento de todo aquello que está aceptado socialmente. De estas acciones artísticas reivindicativas surge el artivismo, una hibridación entre el arte y el activismo.
El arte se convierte en un medio de comunicación enfocado a la transformación, un lenguaje que se desplaza desde la creación artística académica o museística hacia los espacios sociales convirtiéndose en un altavoz que denuncia a golpe de trazos las problemáticas sociopolíticas.
Poner el arte al servicio de las buenas causas convierte a las almas creativas en artivistas. Chantal Vizcaíno es una ilustradora catalana que se identifica como artivista. Sus ilustraciones ponen el foco de atención en cuestiones tan alarmantes como las desigualdades sociales, las migraciones o la emergencia climática.
Chantal padece lo que ella define como munditis, una “dolencia” que le genera un profundo dolor por las injusticias que suceden en el mundo. La artista considera su trabajo como una potente herramienta para educar a los más pequeños a comprender el desastroso mundo que sus mayores le están dejando en herencia.
A su vez, busca que sus viñetas sensibilicen a los adultos acerca de la importancia de cambiar nuestras conductas para proteger al Planeta Tierra y a todos los seres vulnerables que lo habitan. Su portfolio incluye colaboraciones solidarias con entidades y ONGs como Proactiva Open Arms o el Hospital Rural Gambo de Etiopía.
Su arte remueve los corazones de los espectadores para guiarlos hacia una humanidad más solidaria, concienciada y dispuesta a aportar su granito de arena para brindar a las generaciones futuras un mundo mejor.