Hay una magia indescriptible en el efecto que provoca la luz sobre el vidrio. De esa combinación brotan los colores que perciben nuestros ojos, como los que componen el arcoíris.
En la ciudad costera de Shoreham-by-Sea (Sussex, Inglaterra) hay un punto en el que siempre que brilla el sol, se puede ver el arcoíris en la costa. Pero su origen no se encuentra en el cielo, sino en los rastros de unas antiguas fortalezas defensivas erigidas sobre la arena.
Detrás de estas obras se encuentra la artista Lousie Durham, quien juega con el efecto de la luz sobre el vidrio, incrustando placas de cristal de diferentes colores en la madera de las esculturas.
Cuadrados, rayas, círculos y figuras abstractas son algunas de las formas que Durham da al vidrio con el que decora las fortalezas. No importa el aspecto del cristal, sino su color y distribución sobre el tótem.
Al ponerse el sol, el cielo adquiere esos tonos rosados tan característicos del atardecer, los cuales terminan por fundirse con la vibrante proyección de las obras de la artista.
Como si de un caleidoscopio gigante se tratara, cada figura creada por Durham es un espectáculo de luz y color que nos deja sin palabras, admirando lo que se nos muestra de frente.
“Es todo por la luz”, explica ella misma en declaraciones a This Is Colossal, “esa es la magia del vidrio y la magia de todas las cosas vivas”.
Durham es sopladora de vidrio, lo quema, lo moldea, lo transforma y lo reconvierte a su antojo, siempre respetando sus propiedades. El simple hecho de manipular este material es suficiente para hacerle sentir bien.
Una sensación que imprime en cada una de sus obras, que hablan directamente al corazón.
Lousie Durham: Web | Instagram
h/t: This Is Colossal