Si recordamos la historia en busca del concepto de divina proporción, Leonardo Pisano, también conocido como Fibonacci, fue un famoso matemático de Italia que se dedicó a divulgar por Europa el sistema de numeración árabe (1, 2, 3…) con base decimal y con un valor nulo (el cero).
Pero el gran descubrimiento de este matemático fue la Sucesión de Fibonacci que, posteriormente, dio lugar a la proporción áurea.
¿Qué es la Sucesión de Fibonacci? Se trata de una serie numérica: 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, etc. Es una serie infinita en la que la suma de dos números consecutivos siempre da como resultado el siguiente número (1+1=2; 13+21=34). A los elementos de esta sucesión se les llama hijos de Fibonacci.
La relación que existe entre cada pareja de números consecutivos (es decir, si dividimos cada número entre su anterior) se aproxima al número áureo (1,618034).
Sin embargo, lo realmente interesante surge cuando esas ideas sobrenaturales y aritméticas se traducen en la producción artística desde viejos tiempos hasta la actualidad; esa proporción, también llamada Fi, fue adoptada por artistas, artesanos y arquitectos como señal de concordancia ante los principios de crecimiento y dinamismo en las formas de la naturaleza.
1. Las Meninas (1656), de Diego de Velázquez, contiene esas medidas para una composición técnicamente perfecta.
2. Adán y Eva (1507), de Durero, también obedece a esa proporción áurea y justamente la espiral que todos conocemos de esa figura fue descubierta por él.
3. El rostro de La Gioconda (circa 1517) fue elaborado con dicho rectángulo proporcional por Leonardo da Vinci.
4. El mismo maestro renacentista observó que estas medidas daban por resultado la armonía del cuerpo humano y ello es constatable en El hombre de Vitruvio (1490).
5. Construcción en rojo y ocre (1931), de Joaquín Torres García, demuestra que la pintura de abstracción o cubista también guarda determinadas proporciones que se identifican como una sola: la áurea.
6. El cuerpo de la Venus creada por Sandro Botticelli también obedece a un cuerpo armonioso y completamente proporcional gracias al número áureo.
7. El David vencedor de Goliat (hacia 1610), de Caravaggio, también fue realizado siguiendo esa sucesión de cálculos que hacen del cuadro una representación geométricamente increíble.
8. En Blanco y negro (1950), de Cartier-Bresson, es posible encontrar, aún siendo una fotografía, esa mística figura que conforma la perfección de una imagen.
9. Dalí echó mano de esta proporción y sus tradiciones pitagóricas para crear Leda atómica (1949), un retrato meticulosamente calculado tanto para su producción como para su apreciación.
10. La Madonna del Cardellino (1510) es vestigio de los amplios estudios realizados durante el Renacimiento y muestra cómo dos cálculos confluyen en uno solo y crean un cuadro simétricamente envidiable.