Con una total ausencia de color, la artista juega con las luces y sombras de bosques y espacios abiertos a través de un niño y su relación con sus espíritus animales.
La libertad tiene muchas formas de representación, pero en la vida terrenal, la infancia es el momento vital en el que más libres nos sentimos. Inocencia, diversión, imaginación sin límites, vitalidad… los niños son pura magia y, si algo nos han enseñado las historias de ficción literarias y cinematográficas, es su estrecha conexión con la naturaleza y los animales.
Correr libres por los bosques y relacionarse con la fauna del lugar, soñar que recorren todo cuanto ven sus ojos a lomos de un ñu o un lobo, cazar junto a los tigres. Todas estas escenas son las que sirven de inspiración a la artista Elicia Edijanto para crear sus delicadas acuarelas.
Como si de los niños perdidos de Peter Pan se tratasen, los protagonistas de los cuadros de Edijanto se muestran solitarios, rodeados de animales y en pura armonía con la naturaleza. Sus acuarelas, ausentes de todo color y realizadas en una escala de grises que juega con la luz y las sombras, nos llevan a escenarios de ensueño, más propias de las historias que encierran los libros y las películas.
“Para mí, mi arte es una liberación catártica. Es una manera de preservar el anhelo profundo de conseguir la tranquilidad, la inocencia y una esperanza de un mundo tierno”.
Estos deseos internos de Edijanto son los que moldean su obra, rodeada de misterio y con unos toques nostálgicos que nos hacen transportarnos a otros tiempos en los que todo parecía más fácil y aún no conocíamos las responsabilidades que nos depararía la vida.
Un tiempo de ensueño donde la imaginación le ponía color a las mil y una posibilidades que visualizábamos en el exterior. Ser niño es un acto de nostalgia temprana.