No es de extrañar que detrás de la empresa tan colosal que conllevó adaptar al lenguaje cinematográfico una historia como la de 'El padrino', hubiera otras que ocurrieron detrás de esas cámaras que marcaron un hito.
Dudas con un casting que se convirtió en mítico, problemas con la adaptación del libro, batallas por la duración de un metraje que no estaba destinado para el gran público y hasta amenazas por parte del crimen organizado neoyorquino tiñeron un rodaje que supuso un antes y un después en la carrera de Francis Ford Coppola.
Crítica y público, 50 años después de su estreno en EE.UU, consideran El padrino como la mejor película de la historia por su perfecto equilibrio entre un drama familiar y una trama mafiosa interpretada y ambientada de manera prodigiosa.
Pero la icónica obra maestra que todos y todas guardamos en nuestros rincones cinéfilos es solo la punta del iceberg de una serie de vicisitudes y controvertidos hechos que ocurrieron durante el rodaje que convirtió a Marlon Brando o a Al Pacino en dioses del celuloide.
La figura clave de Mario Puzo
Aunque el escritor Mario Puzo alcanzó con El padrino (1969) su mayor éxito, permaneciendo durante más de un año en las listas de los libros más vendidos y siendo traducido a decenas de idiomas, su acuerdo con Paramount Pictures se concretó por una cifra que hoy luce ínfima.
Le ofrecieron 12.500 dólares de la época, con la posibilidad de que fueran 80.000 si la película se llevaba a cabo. Puzo trabajó en la adaptación mientras se barajaban directores y actores que no terminaban de cuajar.
Ante este baile de nombres, el novelista se comprometió tanto con la cinta, que en 1970 le envió una carta y su libro a Marlon Brando para que considerara asumir el rol del capo de la trama. “Creo que eres el único actor que puede interpretar el papel con esa fuerza tranquila e ironía que requiere el papel”, le escribió.
Coppola describe el rodaje como su mejor (peor) experiencia
“Básicamente, El padrino me hizo violar muchas de las ilusiones que tenía para mí a esa edad”. Con 31 años y cuatro películas en su haber, su propósito era seguir haciendo cine independiente al margen de la industria. Aceptar el trabajo de llevar a la pantalla grande la novela de Puzo implicaba lidiar con la Paramount sin saber lo complejo que sería el proceso.
Durante los preparativos encontró problemas para elegir al elenco principal, para rodar en Nueva Yor o para situar la trama en 1945. Incluso, según ha reconocido, en las primeras semanas pensó que sería despedido.
Sin embargo, el director de Apocalypse Now elevó a cotas insospechadas el material original convirtiendo el relato de los días finales de un rey de la mafia y sus hijos en una extraordinaria reflexión sobre el capitalismo y la familia y siempre será recordado por ello.
El acoso de la mafia neoyorquina
“Me avergüenza admitir que escribí El padrino enteramente a partir de una investigación”, indicó Mario Puzo en sus memorias, agregando que “nunca conocí a un gánster real y honesto”.
Francis Ford Coppola quiso que su película fuera lo más auténtica posible en su retrato del mundo italoamericano de Nueva York, llevando el rodaje de la cinta a La Gran Manzana e intentando fichar a varios actores de ese origen.
Pero cuando el proyecto cinematográfico llegó a los oídos del crimen organizado local, los clanes de Nueva York se organizaban bajo la Liga Italo-Americana de Derechos Civiles, la entidad que crearon para reclamar que existía una persecución en su contra comandada por el FBI.
En su cruzada por eliminar la palabra “mafia” del guion, Joseph Colombo, uno de los fundadores del grupo, se enfrentó con Paramount que fue víctima de un boicot que fue desde permisos para grabar denegados hasta la negativa de otras piezas de la producción a seguir colaborando.
Las controvertidas elecciones de Brando y Pacino
Francis Ford Coppola se planteó tres nombres para el papel de Vito Corleone: Marlon Brando, George C. Scott y Laurence Olivier. Sin embargo, Brando, que se sentía seducido por la idea, no tenía a la Paramount de su parte por la irregularidad de su filmografía
Para convencer a los ejecutivos, Coppola programó una jornada en la casa de Brando en la que se le caracterizó con su bigote y su particular mandíbula de bulldog. El resto es historia.
En el caso de Pacino, el actor solo contaba con una película (The Panic in Needle Park, 1971) y una trayectoria en el teatro de Nueva York algo tibia pese a que ya había ganado un premio Tony.
El actor era la única opción de Coppola desde que lo vio en una obra de Broadway. Tenía que ser Michael Corleone, el príncipe del clan y el miembro del elenco que sería la espina dorsal de la trilogía que se llevó a cabo.
Las tres polémicas horas de duración de la película
Uno de los aspectos que generó fricción fue la duración de la cinta. La productora quería un corte que se mantuviera en las dos horas. Coppola presentó una versión de esa extensión y despertó la insatisfacción de Robert Evans, el jefe del estudio que consideró que quedaba fuera mucho material que merecía la pena.
“En el fondo de las cosas, había dos personas creativas que tenían un punto de vista diferente”, ha explicado Coppola sobre esa batalla.
Incluso después del éxito comercial y los tres Oscar que ganó la cinta, el director al comienzo no quería hacerse cargo de su secuela, lanzada finalmente en 1974 y aclamada tanto o más que la primera. El motivo de declinar la oferta en un principio fue el recuerdo de ese infierno que supuso hacer la mejor película de todos los tiempos.
