Los moteles de carretera y sus habitaciones siempre son testigos de los deseos, las provocaciones y las fantasías más carnales. A veces, también son testigos de sesiones fotográficas cargadas de erotismo aptas para todos y todas los que llevamos un o una 'voyeur' dentro.
Luces íntimas, moquetas, camas, pizzas, latas de cerveza, patines de línea, bañadores, ropa interior sexy, gloss, sombra de ojos y muchas ganas de que nuestra imaginación adulta vuele, son los elementos que usa la francesa Mathilde Steullet para contribuir al calentamiento global.
El trabajo de esta fotógrafa francesa está lleno de colores cálidos y pop art y sus modelos tienen el glamour descarado de esas pin ups y esas drags que posan para ser miradas y deseadas en atmósferas que pueden recordar a la perturbadora intimidad del cine de Lynch o al exceso erótico de los trabajos de David LaChapelle.
Con un aspecto muy publicitario y bajo las reglas estéticas que imponen las editoriales de moda, Steullet hace derroche de su talento y su atrevida óptica en esta serie titulada One Night Stand que se consume con la misma rapidez y el mismo placer que acompañan a un orgasmo.
La fotógrafa dice moverse por sus impulsos internos e inspirarse en el poder de seducción de la mujer que mira fijamente a la cámara retando al espectador y a la espectadora y despertando sus deseos.
Dentro de las habitaciones de los hoteles y los moteles, sus modelos juguetean entre iconos del mundo del entretenimiento y la cultura de los años 60 y 70, y muestran sus tatuajes, sus uñas de gel o sus make ups imposibles.
La mujer de Mathilde Steullet es una súper heroína moderna y empoderada que usa sombreros y botas de cowboy o pelucas y patines para disfrazar la sensualidad y el erotismo. La formación de la artista en el mundo del collage la llevó a crear unos mundos surrealistas que ha trasladado a sus provocadores retratos.