Marcar con tinta la piel es una decisión muy personal y, para gustos, los colores. El problema viene cuando la persona que tatúa no sabe hacerlo o cuando el diseño es, sencillamente, perturbador.
Las grandes decisiones conllevan una gran responsabilidad, sobre todo si es algo (en principio) de por vida. Quizás por eso nos gusta tanto contemplar los fallos ajenos, porque nos provoca una mezcla de sentimientos entre la vergüenza ajena, la admiración, la risa, la lástima…
Hoy os presentamos 20 tatuajes con los que no sabemos si reír o llorar, ya sea por su diseño, mal planteado desde el principio, o por su ejecución, que demuestra que el tatuador o la tatuadora en cuestión no tenía muchas dotes: