Un drama, según una acepción de la RAE, es un suceso infortunado de la vida real, capaz de conmover profundamente.
Vivir presupone dramas a lo largo de nuestra existencia. Abrimos los ojos al mundo montando un dramón en el paritorio y a los dos años la liamos con rabietas porque no podemos atrapar nuestra sombra o porque las naranjas no son verdes y, quizá, porque no podemos hablar fluidamente con un perro o una gallina.
En la adolescencia, llega como un tsunami el primer drama amoroso con un corazón roto y alguna atrocidad en el pelo para romper con todo. Y así, hasta que morimos, sin tregua a la catástrofe.
La vida es un drama, eso está claro, y en ella caben calamidades más pequeñas que nos hacen enloquecer, como los daños que probablemente le hayamos causado a nuestro pelo.
Los jóvenes ocultos, después de hincarse un litro de gazpacho
¿Quién no conoce a alguien que se chamuscaba el pelo en los años 80 con la plancha de la ropa para lucir un alisado japonés? ¿Quién no se decoloró la cabellera con agua oxigenada para acabar como Chucky? ¿Quién no ha pillado las tijeras del pescado para cortarse las puntas abiertas y se ha marcado un flequillo a lo Imperio Romano?
Christopher Lee en El hombre de mimbre en Barbate en un día bien de Poniente
Ya sea para innovar, para romper con algo, para sentirnos diferentes, todxs hemos cometido algún acto de anti-amor hacia nuestra melena, evitando el paso por unas manos profesionales o por una buena rutina de cuidado capilar que hemos descubierto con GARNIER y que queremos compartir, porque lo bueno hay que contarlo a bombo y platillo.
Cameron Díaz ahora en Cómo ser John Malkovich con la humedad relativa del 98% de Almería en agosto
El cine es también buena muestra de ello. Las películas son reflejo de nuestro mundo y son muchos los ejemplos de las que recordamos, por desgracia, el pelo de sus protagonistas.
Sean Penn en Atrapado por su pasado y por su permanente de caracolillos
Recordamos peinados icónicos como el moño italiano de Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes, el corte pixie pionero de Demi Moore en Ghost, o el brillo de la cabellera de Mel Gibson en Braveheart, que han dejado una huella imborrable.
Eduardo Manostijeras pensando en extender el drama a diestro y siniestro
Pero existe la cara B y nos viene a la mente, junto a una sonrisilla, el flequillo fijado con fluidos naturales de Cameron Díaz en Algo Pasa con Mary o la melena descuidada (pero cuidada) de Johnny Depp en Eduardo Manostijeras.
El de Naomi Grossman en American Horror Story es, quizá, el mejor ejemplo del daño que puede hacer un mal pelo en un individuo.
Naomi Grossman en American Horror Story anticipándose a la moda coquette
Pero como dicen las personas sabias, no hay mal que cien años dure y la buena noticia es que el pelo crece y que existen marcas creadas para ayudarnos a paliar estos dramas menores de nuestras vidas, como GARNIER, que ha lanzado una nueva rutina para que le digamos adiós a los daños de nuestros pelos, alejando así dramas que no nos pertenecen.
John Travolta en Campo de batalla: La Tierra soñando con ser Milly Manilly
Una buena dosis de hidratación y brillo para Eduardo Manostijeras no le habría venido mal. Jim Carrey y Jeff Daniels en Dos tontos muy tontos habrían agradecido tener a mano la mascarilla Adiós Daños con Aceite de Marula de GARNIER Fructis en su mítica escena en la peluquería.
Dos tontos muy tontos en pleno drama vital y capilar
Porque todas queremos ser icónicas y memorables, pero que no sea por nuestros dramas capilares.
Gracias a GARNIER por ser un aliado de nuestras cabezas llenas de pájaros y de sueños.
GARNIER: Web