En la remota isla de Santa Elena, a más de 1.800 kilómetros de África, se encuentra el animal que ha batido todos los récords del mundo como el más longevo.

Si ver fotografías nuestras de cuando éramos adolescentes nos da una vergüenza terrible y unas ganas tremendas de viajar en el pasado y aconsejarnos de que el modelito que se llevaba por entonces es en realidad de todo menos fashion, imaginemos cómo nos veríamos en instantáneas de hace 136 años.
Ningún animal terrestre tiene el “honor” de ser capaz de ver cómo era hace más de un siglo… excepto la tortuga Jonathan. Con sus 190 años, el animal ha batido todos los récords y ya es el más longevo del mundo (sin contar con las especies marinas).
Vivir a cuerpo de rey, en tranquilidad y con todos los cuidados diarios cubiertos son factores que, sin duda, incrementan la longevidad. El caso de Jonathan no es para menos: vive en la isla de Santa Elena, una remota isla a más de 1.800 kilómetros en mitad del Atlántico llena de vegetación, cuya población supera por poco los 1.600 vecinos.


Con este panorama, la tortuga acaba de cumplir 190 años y, para demostrar su edad y a falta de DNI, existen imágenes de 1886 donde ya salía bien crecida. Por entonces ya hacía cuatro años desde su llegada a la isla en un barco como una ofrenda al territorio por parte del británico administrador colonial Sir William Grey-Wilson, quien más tarde fue gobernador de Santa Elena.
“Jonathan ya se había desarrollado por completo para entonces, por lo que calculamos que por lo menos tenía 50 años, así que su año de nacimiento debió ser allá por 1832”, comparte Teeny Lucy, miembro de la SPCA (Society for the Prevention of Cruelty to Animals)St. Helena Island.


Su longevidad tiene premio: con 190 años, es el animal terrestre con mayor edad, certificado por el Guinness World Records. Pero la edad pasa factura para todos, también para las tortugas, aunque su esperanza de vida se encuentre en los 150 años.
Jonathan está medio ciego y ha perdido el sentido del olfato, pero eso no le impide moverse por la que es su isla desde hace casi dos siglos con toda la soltura del mundo. Además, tiene tiempo de relacionarse con las otras tortugas del centro, cuatro en total, con quienes convive y, en ocasiones, mantiene relaciones íntimas con sus compañeras y compañeros.
¿Quién quiere vivir para siempre? Pues seguramente Jonathan, pero eso sí, sin que la muevan de su isla paradisiaca.
h/t: PetaPixel