Si el trabajo dignifica. Virginia Oliver de 101 años, podría ser la candidata al título de la persona más digna porque a su centenaria edad todavía trabaja en un barco pescando langostas en las costas de Maine y no tiene intención de jubilarse, por ahora.
Esta condición inagotable que hace de Virginia una auténtica heroína, debe ser algo genético porque ella trabaja tres días a la semana (de mayo a noviembre) junto a su hijo Max de 78 años.
Juntos, madre e hijo trabajan juntos en uno de los trabajos más peligrosos del país. Max saca las trampas del agua mientras Virginia mide sus capturas, conserva las langostas grandes y libera las que son demasiado pequeñas.
Para ella, el barco y el mar son su segundo hogar. Virginia creció en mitad de la Gran Depresión y por eso es norma que considere que no es un trabajo duro para ella aunque admite que sí lo sería para otra mucha gente.
Esta súper señora, recientemente se cortó tanto que necesitó puntos. Los riesgos laborales, junto con su edad, han hecho que los proveedores de cuidados y los médicos la insten a retirarse. pero ella dice seguir trabajando porque quiere.
Virginia no muestra signos de mala salud o deterioro y no tiene planes de retirarse de la pesca de langosta. Y para cualquiera que le pregunte cuánto tiempo más piensa trabajar, tiene una respuesta: “Hasta que me muera. Y no sé cuándo será eso".
Los motivos por los que una persona es adicta al trabajo pueden ser diversos y pueden responder a necesidades de naturaleza psicológica o material, pero lo que es indiscutible es que la Sra. Oliver tiene una energía y unas ganas de vivir que no son de este mundo.
Por aquí os dejamos con la noticia