El porqué del aburrimiento no es una cuestión fácil de responder. El profesor John Eastwood, de la Universidad de York en Ontario, Canadá, define el aburrimiento como "un estado aversivo de querer, pero ser incapaz, de participar en actividades satisfactorias, que nace de fallos en una de las redes de atención del cerebro”.
Es frecuente que relacionemos el aburrimiento con sensaciones negativas, pero es una circunstancia necesaria de la vida para poder crear. Al neurocientífico Rodrigo Quian Quiroga le preocupa que la tecnología acabe matando la imaginación y la creatividad. E invita a dedicar más tiempo a estar aburridos, mirando las nubes pasar, para permitir que afloren las ideas.
Este científico observa con tempor cómo la tecnología puede matar la imaginación, la creatividad y las oportunidades de que la inspiración haga que se nos encienda la bombilla. La cantidad de estímulos que recibimos puede provocar que esa cantidad de información nos intoxique.
"Millones de años de evolución nos han conducido a disponer de un cerebro capaz de enfocarse en lo esencial. Y volvemos a Borges, que dice que abstraer es olvidar detalles, ignorar cosas que nos distraen. Una persona con una memoria infinita no es capaz de abstraer, y si no es capaz de abstraer no es capaz de pensar".
En una sociedad donde la felicidad y lo positivo se vincula con frecuencia a la productividad, aquellos que están ociosos en cuanto a un ocio sin objetivos de resultados, no son considerados como mentes brillantes. A menudo se concibe el mundo de las ideas más como si fuera una factoría que un extraño estado de conexiones neuronales, en el que el descanso y no hacer nada es necesario para que se produzca la creación.
En el presente siglo vemos el aburrimiento como un estado anímico indeseable que buscamos erradicar mediante el abuso de la mensajería instantánea, las redes sociales o las plataformas de streaming, pero debería ser al revés, porque lo realmente dañino es tratar de rellenar todos los espacios del día y anegar la imaginación.