'El cuervo', de Allan Poe, y el psicoanálisis de Freud nos ayudan a enfrentar la melancolía

La incertidumbre se cierne sobre nosotros mes tras mes. Inmersos en tiempos extraños, hay momentos en los cuales es necesario pronunciar, como el cuervo de Poe, "Nunca más".

En estos días complejos con los que hay que lidiar con la nostalgia, aquellos recuerdos de lo que fue, esos que dejan en nuestro psiquismo una marca espectral, nos acosa la melancolía. Pero hay espacios y lugares en los cuales podemos hacerles un hueco y enfrentarnos a ella. Nos referimos a unos de los poemas más populares de Edgar Allan Poe.

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El cuervo de Edgar Allan Poe

"En una lúgubre y oscura media noche hace su aparición un personaje emblemático de entre los cuentos de Poe, El Cuervo. Con su taimada postura reconcilia al melancólico hombre que se aqueja por la perdida de su amada Leonora.

Entre quejos y lamentos el personaje posee una añoranza por un pasado que es irreconciliable, la perdida de un ser querido, ¿hay mejor ejemplo de melancolía que este? Es sustancial prestar atención a las palabras proferidas por el cuervo: Nunca Más, que en realidad son para quien las escucha motivo de asombro y apaciguan su turbada alma.

¿Cómo, si no a través de la palabra puede uno sanar su melancolía?

El hombre poco a poco se consuela con ese reverberar de palabras por parte del cuervo y eventualmente comienza a asociar una fantasía con otra. Profeta, ave o demonio, no importó, pues ahí permaneció y con palabras ofreció otro aire al hombre cuya alma caía en tormentos y melancolía.

Cuando sientas el ahogo, el peso de la vida y la melancolía recuerda el cuervo con su mirada de fuego, el psicoanalista y su negro ropaje que pronunciara: ¡Nunca más!"

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El psicoanálisis de Freud ¿Cómo enfrentar la melancolía?

Así como hace Poe, el psicoanalista es el cuervo que profiere la palabra. Hace del pasado arraigado un encanto con las palabras y nos recuerda que es eso, el pasado.

La melancolía se caracteriza psíquicamente por un estado de ánimo profundamente doloroso, una cesación de interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de todas las funciones y la disminución del amor propio. (Freud, 1917)

La melancolía no posee una determinación exacta o absoluta. Pensar que hay algo “típico” en el melancólico es erróneo. Cada persona manifiesta amor por diferentes objetos, deseos y no sabemos en el que se encuentra perdido.

En un sinfín de afecciones que nos aquejan, el psicoanálisis procura llevar a través de la palabra al sujeto miserable y herido a la infelicidad común, después decir: Nunca más. ¿Qué tanto hemos abandonado la realidad?

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Sigmund Freud; Duelo y Melancolía (1915 [1917])

Nuestra situación de tristeza nos demanda un abandono completo de la realidad, y la vida ofrece, contenta y a manos llenas, distractores que nos desligan de nuestro día a día, terminamos por perder la palabra y, existe el riesgo de que nos perdamos a nosotros eventualmente.

Ahí, en el inconsciente, habita lo que no queremos saber que sabemos, luego, enfermamos. En los reproches realizados a otros ajenos a nuestra tristeza, se encuentras los reproches a nosotros mismos, pendientes, sin resolver.

Y bien, ¿cómo enfrentar la melancolía?

¡Palabra! La manera de acrecentar el alma, de enriquecer el yo y enfrentar la melancolía. Cuando un estado de duelo y tristeza nos consume, perdemos el interés por los otros, pero es ahí donde es imperante abrir la ventana al cuervo, la puerta al psicoanálisis y tener el valor de escuchar las pesadas palabras.

Fernando Axel Flores Ocampo: Web

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