Simone Weil, filósofa y activista, desafió los sistemas de autoridad desde una espiritualidad profundamente crítica. Nació en París en 1909, sobresalió académicamente y vivió comprometida con los trabajadores y la parte de la sociedad más oprimida.
Su conversión al cristianismo la llevó a buscar a Dios fuera de la Iglesia, enfocándose en el sacrificio y el bien real. Murió en 1943 en el exilio, debilitada por su apoyo a la resistencia francesa. Su obra fue publicada póstumamente gracias a su amigo Albert Camus.
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Weil es difícil de comprender y aplicar, no por ser una autora técnica o rebuscada, sino exactamente por lo contrario: por acceder a nosotros con cada una de sus palabras, dejándonos en un nivel tan horizontal con ella que solo es posible o empezar a pensar y actuar a partir de su filosofía, o alejarse corriendo por ese horizonte.
Simone quiso ser un poco cada ser humano y tan vulnerable y universal como el bien que sigue en silencio en cada uno de estas vidas, abierto a una plenitud anterior y al final de cada adjetivo que existe. Simone buscó dejar de imaginar el bien para ponerle atención:
"El mal imaginario es romántico y variado; el mal real es sombrío, estéril y monótono. El bien imaginario es aburrido; el bien real es siempre nuevo, maravilloso, embriagador".
Vivir a la espera llevó a Simone a escribir 17 volúmenes de cartas, meditaciones, ensayos, traducciones de clásicos e impresiones sueltas de bellísima calidad. Mensajes tan hechos solo para los ojos del bien que nunca intentó publicarlos.
1. Esta fe es la mía: Carta a un religioso (1942)
Dirigida al religioso dominico Marie-Alain Coutourier, la carta presenta una serie de preguntas, objeciones y dudas, como una meditación guiada, sobre la comprensión de la fe. Entre otras cosas, habla de la adhesión de la inteligencia a los “misterios de la fe”, el amor, la universalidad de la Iglesia, la presencia universal de Dios en la historia de los pueblos y las religiones, el lugar de los judíos en la historia de la salvación, y la renovación de la Iglesia a través de un nuevo encuentro con Jesús. Una honesta y sincera reflexión personal realizada con libertad y responsabilidad que, sin traicionar ni a la fe ni a la inteligencia, da testimonio de una asimilación a Cristo, revela la profundidad de su pensamiento y las exigencias de su fe e interpela a quienes se acercan a este texto.
2. Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social (1934)
Para Simone Weil, la acción política, incluso la acción revolucionaria, debe ser concebida como una acción metódica y racional -lo que equivale para ella a una forma de trabajo- en la que hay que esforzarse por evitar, en la medida de lo posible, que se desaten las pulsiones irracionales y la violencia. La verdadera revolución es un himno a la vida, una manera de respetar al ser humano poniendo remedio a la explotación, a la opresión y a la injusticia ahí donde se manifiesten. Si el fin de la revolución se autonomiza, es decir, si la revolución se torna un fin en sí, dejando de ser un medio para mejorar la vida humana, termina perdiendo su significado.
3. La gravedad y la gracia (1941-1942)
Este volumen comprende los cuadernos que Simone Weil escribió en Marsella entre el otoño de 1941 y la primavera de 1942. Auténticos fogonazos de luz que tratan temas concernientes a lo más real del espíritu humano: la sed de absoluto, la fe, el amor, la verdad, la contradicción, el trabajo, la desgracia, el sufrimiento, la injusticia, el ateísmo... o el más intrincado terreno de lo sobrenatural. Un pensamiento alentado por una enorme sed de verdad y ahormado a la luz de una inteligencia serena y proba. Un ejercicio filosófico que da cuenta de hasta qué punto su autora entiende la filosofía como virtud, como "trabajo sobre uno mismo" con vistas a "una transformación del ser".
4. Intuiciones precristianas (1941-1942)
Entre octubre de 1941 y mayo de 1942, en el periodo que va desde el final de su estancia en Marsella hasta su partida para Nueva York desde Casablanca, Simone Weil se consagró a desvelar “el centro mismo de todo el pensamiento griego”, rastreando en algunos de sus textos más bellos los precedentes de lo que a sus ojos constituía la inspiración cristiana.
A lo largo de esta lectura, y en las palabras de las figuras trágicas de Prometeo y Antígona, de la mano del Platón del Timeo, del Banquete y de la República, o a raíz de diversos fragmentos de la doctrina pitagórica (el gran misterio de la civilización griega), así como de algunos pasajes bíblicos, Simone Weil va desgranando sus reflexiones acerca del Amor divino, del consentimiento del alma a Dios en la desgracia, de la fuerza, la necesidad y la belleza del mundo, de la armonía y la amistad.
Estos apuntes fueron legados por Simone Weil a su amigo el padre Perrin, quien los publicó en 1951 con el presente título de Intuiciones precristianas. El libro responde al deseo de la autora de reunir “los más hermosos escritos no cristianos sobre el amor de Dios”, según expresión de su biógrafa Simone Pétrement.
5. La Ilíada o el poema de la fuerza (1940-1941)
“Desde 1914 la guerra no se ha apartado nunca de mi pensamiento”, escribió Simone Weil en una de sus últimas cartas. Pacifista convencida, Weil vivió en la guerra civil española la experiencia de la barbarie, tal como narrará en su carta a Georges Bernanos. Posteriormente, elaboró esa vivencia en su lectura del poema épico fundacional de Occidente en torno a la guerra de Troya: La Ilíada.
Traduciendo y comentando los versos de La Ilíada, Simone Weil pone de manifiesto la acción de la fuerza que somete tanto a vencedores como a vencidos. Entre los resquicios del imperio de la fuerza, sin embargo, trasparece de forma casi milagrosa la gracia. En esos instantes inusitados de luz se concentra la enseñanza homérica: la compasión por la fragilidad humana, una piedad capaz de no sucumbir a la fascinación de la fuerza.