Un fenómeno social tan interesante como lamentable es la creciente brecha política desde la identidad de género entre los hombres y las mujeres más jóvenes.
"Las mujeres son de Venus, los hombres son de Marte". Este dicho popular sexista ha recuperado veracidad en una época de ideologías fuertes y complejidad débil, un tiempo histórico donde la empatía se ha vuelto extraña.
Los demógrafos que hacen crítica cultural están preocupados por la esta nueva lucha entre los sexos, sus inclinaciones y decisiones políticas. Una brecha que se hace todavía más pronunciada en la “generación Z”.
Gracias a Pijama Surf.
Este es un fenómeno global sin precedentes que abarca a países económica y políticamente diversos de todos los continentes y no se había presentado de manera significativa en las generaciones baby boomer, X o millennial.
La juventud que nació a finales de los años 90 o principios del nuevo milenio se va volviendo más integrista en la identificación con su propio género, extremando posturas respecto del otro sobre qué causas sociales son legítimas, a qué partidos hay que votar y quiénes permiten la injusticia.
A diferencia de sus padres y abuelos, los hombres son cada vez más conservadores, mientras que las mujeres han tomado un rumbo más progresista, distinguiéndose de sus madres o sus abuelas.
De acuerdo con un artículo publicado en The Financial Times, las centennials son, en una escala del 1 al 100, 30 puntos más progresistas que los zoomers, prefiriendo a partidos liberales o de izquierda frente a los de derechas o de extrema derecha.
Esto amenaza la consecución de objetivos compartidos y focaliza intereses que se independizan de la lucha social contra el monopolio del poder. En palabras del antropólogo Avi Tuschman:
"La política no se trata solo de dinero, sino también de quién gana autoridad sobre la mente y el cuerpo de una población. Controlar la educación, la atención sanitaria, las políticas económicas y las leyes moralmente controvertidas".
Hay varias explicaciones para esta brecha política por razones de género, pero la histórica y más importante sería la influencia del movimiento #MeToo y la nueva ola feminista, que han cambiado el lenguaje y las prioridades de partidos y medios de comunicación.
Este proceso acelerado y generalmente positivo de empoderamiento de las mujeres genera en muchos hombres un rechazo a un nuevo arreglo social para el que no fueron educados y que modifica continuamente la interacción laboral, afectiva y sexual, además de quiénes son la mejor representatividad de la cultura dentro del llamado "discurso normativo".
Los más jóvenes no se sienten responsables de una estructura patriarcal todavía vigente, por lo que se ven persuadidos por hombres en la política como Javier Milei y Nayib Bukele, o mujeres como Giorgia Meloni; y por autores antifeministas como Jordan Peterson, Ben Shapiro y opinadoras como Gloria Álvarez. En palabras del propio Shapiro:
"La izquierda tuvo que buscar una nueva lucha por los derechos civiles con la que volver a meter a los conservadores en su cubículo de 'victimizadores'. La izquierda ahora presiona contra los derechos civiles en su ignorante búsqueda de una nueva lucha".
Algunas explicaciones que se ofrecen para entender este fenómeno incluyen a las llamadas “burbujas digitales”, que separan a chicas y chicos.
Una encuesta realizada por la ONG Pew Research Center muestra que las zoomers prefieren usar Instagram y Pinterest, en tanto que los centennials Reddit y X. En Discord, una plataforma enfocada en los gamers, los hombres representan el 60% de los usuarios.
Coaches de vida, asesores amorosos, influencers, figuras populistas y religiosas... este tipo de perfiles muchas veces se aprovechan del resentimiento entre los géneros para generar dinero o notoriedad. ¿Quién hace mal a quién? ¿Quién puede definir qué o quién tiene la culpa de nuestra infelicidad? En palabras del economista Thomas Piketty:
"Toda sociedad humana debe justificar sus desigualdades: a menos que se encuentren razones para ellas, todo el edificio político y social corre peligro de derrumbarse".
Muchos movimientos electorales de derecha buscan el apoyo de hombres jóvenes convencidos de que su autoconmiseración es una señal de que todo cambio reciente ha empeorado las cosas. Algo similar ocurrió cuando se explotó la “aporofobia” entre las clases medias y sectores populares menos sumergidos.
Dicho esto, hay algunas causas de nicho e interpretaciones feministas que interesan a movimientos electorales en el ejercicio del poder para realizar un control de daños y darse un lavado de cara. Esto termina por identificar a parte del progresismo con la autoridad y no con una izquierda libertaria, subsumiendo otros feminismos y extrapolando algunos de sus objetivos de una crítica mucho más amplia a los privilegios económicos, políticos, jurídicos y de ascensión social. La activista Emma Goldman definió muy bien a esta izquierda que no existe:
"El anarquismo defiende la liberación de la mente humana… la liberación del cuerpo humano de la coerción de la propiedad, la liberación de las cadenas y restricciones del gobierno. Representa un orden social basado en la libre agrupación de individuos".
La empatía no debería ser tan extraña. Es lo único que permite reconocerse en las causas del otro, como en las mujeres en situación de calle, explotación, violencia continua o ninguneo. También es el primer principio de una revolución diversa, menos traumática y que confíe en personas libres. En palabras de Angela Davis:
"¿Por qué no permanecer optimistas? El optimismo es una necesidad absoluta, aunque sea solo optimismo de la voluntad, como decía Gramsci, y pesimismo del intelecto".