El hogar de la ópera islandesa es la materialización del espíritu del país: orgulloso de sus paisajes, amante de la cultura y motor de innovación y diseño.
Volcanes, géiseres, termas, campos de lava, auroras boreales… Islandia es la tierra de la naturaleza, una tierra de la que sus ciudadanos se sienten verdaderamente orgullosos y protegen a diario.
El amor por el medio ambiente se traduce en una empatía por la sensibilidad, las artes y la cultura que también termina por trasladarse a su arquitectura, manteniendo siempre en mente que innovación y respeto por el entorno deben ir de la mano.
En el puerto de Reikiavik, su capital, se encuentra una de las construcciones más espectaculares que podamos imaginar en la que arte, naturaleza y arquitectura se dan la mano: Harpa.
Harpa es la sede de la Ópera Sinfónica y de la Ópera de Islandia, además de auditorio y centro de congresos, un edificio construido como parte de un plan estatal por revitalizar la zona este de la capital del país.
Situado en la frontera entre la tierra y el mar, a orillas del fiordo Kollafjörður, Harpa se erige al mismo tiempo imponente y acogedora, gracias al efecto de su fachada transparente.
Compuestas por una serie de hexágonos, el artista danés-islandés Olafur Eliassonen se inspiró en la naturaleza para crearlas, siguiendo los patrones de las formaciones de basalto locales.
La transparencia permite ver el exterior desde el vestíbulo y viceversa, borrando las fronteras físicas entre el edificio y el propio puerto. Parte de la magia que se crea dentro de Harpa responde al juego entre la luz y el propio edificio, en el que se proyectan los colores que rebotan sobre la fachada, como un arcoiris que cambia constantemente a merced de la naturaleza.
“Harpa ha capturado el mito de una nación – Islandia – que ha actuado conscientemente en favor de una construcción híbrida-cultural en el medio de la actual Gran Recesión. Su fachada icónica y transparente de “cuasi ladrillo” aparece como un juego cambiante de luz coloreada, promoviendo un diálogo entre la ciudad de Reykjavik y la vida interior del edificio”, Wiel Arets, presidente del jurado del Premio Mies van der Rohe, con el que Harpa se hizo en 2013.
La naturaleza sigue presente en su interior. El diseñador Eliassonen se fijó en la roca basáltica de las montañas de la costa para el macizo que conforman las salas cuando se las ve desde el vestíbulo y los pasillos.
Cuatro salas principales que están basadas, a su vez, en uno de los cuatro elementos respectivamente. Así, la gran sala de conciertos, Eldborg, representa el fuego (por la actividad volcánica de la isla); Norðurljós, de recitales, representa el aire (por las auroras boreales); la de conferencias, Silfurberg, es la tierra (inspirada en los cristales de calcita); y la cuarta, Kaldalón, representa el agua (como las frías lagunas islandesas).
Pero Harpa no solo es el centro neurálgico de la música clásica islandesa y en su interior encontramos 10 salas de reuniones, bares, restaurantes, una zona de exposición y numerosas tiendas.
Inaugurado en agosto de 2011, Harpa es un ejemplo de modernidad, respeto por la naturaleza y de cómo la cultura puede salvarnos y ser el epicentro sobre el que se mueva una ciudad, como es en este caso Reikiavik.
“…Harpa mira hacia el centro de Reikiavik, y una de las principales ambiciones arquitectónicas ha sido acoplar el hall de entrada con el espacio urbano, y de este modo permitir a la ciudad y al edificio enriquecerse mutuamente”, tal y como comenta Peer Teglgaard Jeppesen, de Henning Larsen Architects, encargados del proyecto.
“En las noches oscuras de invierno, el público asistente al concierto tiene una vista de la ciudad iluminada, creando al mismo tiempo una atracción visual en el puerto. Visto desde la ciudad, por la noche, Harpa destaca como un juego dinámico de luz y sombra”.