Un paisaje invernal puede causar paz al contemplarlo; da serenidad verlo todo congelado y paralizado en un conjunto en el que, incluso el tiempo parece detenerse y el silencio parece instalarse de manera definitiva; pero si el paisaje helado que contemplamos es urbano su belleza produce desasosiego, inquietud y, hasta incomodidad.
Las ciudades solitarias envueltas en ventiscas o sometidas a las inclemencias del invierno, regalan estampas de aire cinematográfico con tufo a ciencia ficción que traen a la cabeza películas como "The Shining" de Kubrick o "The Thing" de Carpenter, incluso esa escena de "Abre los ojos" en la que Eduardo Noriega andaba por una Gran Vía madrileña sin un alma.
Y es que las calles despobladas pueden ser hermosas, pero también muy inquietantes por esas atmósferas postapocalípticas que destilan.
En su serie "Below Zero", el fotógrafo francés Christophe Jacrot nos sumerge en los inviernos más extremos y rudos del planeta; en estas fotografías vemos las calles de Norilsk (Siberia, Rusia) la primera parada en el viaje de este fotógrafo; esta ciudad minera se levantó para explotar el níquel subterráneo que contiene y está ubicada a 200 km al norte del Círculo Ártico.
Es accesible sólo por avión y es una de las ciudades más contaminadas y frías del mundo.
La gelidez que se captura en estas imágenes es debida a que el mercurio de los termómetros puede caer a -50 ° mientras sopla el "Purga", un viento que con frecuencia alcanza los 100 km / h.
El derretimiento de sus suelos, que están permanentemente congelados, amenaza con derrumbar muchos edificios por lo que, muchas de las casas de Norilsk ya se han evacuado.
En las fotos de Jacrot, a menudo, no sale nadie o, aparecen silueltas o personas que deambulan solas entre la inmensidad blanca, reforzando la sensación de desolación.
“Al norte del Círculo Ártico esta ciudad es una de las más frías [...] una de las más inhóspitas y una de las más contaminadas del mundo; la temperatura media anual es de -10 grados [...] una ciudad irreal, fascinante por su fealdad, prohibida a los extranjeros, accesible solo en avión; mi vuelo llegó 3 días tarde, y después de 2 días trabajando bajo una tormenta dantesca, enfermé y terminé los 9 días que tenía con permiso, en la cama con altas fiebres", explica el fotógrafo.
El trabajo de este autor francés es extremo y fascinante como extremos y fascinantes son algunos de los rincones más recónditos del planeta, rincones a los que sólo podemos acceder gracias a la valentía y la curiosidad de algunos locos como Christophe Jacrot.