La magia de los recuerdos y de los momentos vividos, paradójicamente, no tiene el poder y la fuerza suficiente para devolver a la cabeza aquellos días pasados con la claridad y la lucidez que merecen. Por eso existen los álbumes familiares.
Dar un viaje emocional y cronológico por nuestros álbumes familiares, es un ejercicio cargado de nostalgia que nos dibuja sonrisas y nos despierta sensaciones que tienen mucho que ver con el sentido que encierra la vida en sí misma.
Si ese acto, además de ser un revulsivo contra la dureza que conlleva hacerse adulto, se convierte en un auténtico deleite para los sentidos como ocurre con las capturas en blanco y negro del fotógrafo y escultor aficionado francés Alain Laboile, todo tiene más sentido.
El gusto de Laboile para la composición junto con el uso del blanco y negro, otorgan a sus instantáneas una sensación atemporal que hace que muchos nos sintamos representados por sus momentos de vida.
Laboile logra captar sentimientos universales que tienen que ver con la ingenuidad, la inocencia, la imaginación, el amor incondicional y la magia de ser un niño que descubre y vive todo por primera vez.
"Miramos el mundo una sola vez, en la infancia. El resto es memoria"
– Louise Elisabeth Glück
"Mi práctica escultórica ejercitó mi ojo hacia el trabajo tridimensional que probablemente facilitó la composición de mis imágenes pero aunque sigo creando esculturas para los clientes, nunca he aceptado ningún encargo de fotografía para mantener mi total libertad".
La crianza de sus seis hijos en un pequeño pueblo del Sur de Francia y en un entorno natural que incluye un lago, un bosque y diversas mascotas, da a sus fotografías ese aire costumbrista tan propio de cineastas como Fellini y, como él dice, transforma sus vidas en un eterno campamento de verano.
El trabajo fotográfico de Alain es simplemente una muestra de agradecimiento ya que confiesa que se siente como el testigo de su paso por la Tierra y que por eso está creando un gran álbum familiar que se transmitirá a las generaciones futuras y que tiene un valor artístico que va más allá del documental.
La mayoría de nosotros pensamos y sentimos la infancia como el momento más puro y más real de nuestra existencia a pesar de haberse convertido en una ensoñación de nuestras mentes adultas.
¿Quién no querría volver a esos días interminables?¿Quién no desearía experimentar los espacios y los tiempos de una de las fotos de Alain Laboile aunque solo fuera por un segundo? Quizás fuera el segundo más feliz y más importante de nuestras vidas.