El más sugerente de todos, el color azul, formó parte de una nomenclatura de colores del siglo XIX, un hermoso y poético juego verbal para describir un color.
I found I could say things with color and shapes that I couldn’t say any other way – things I had no words for.
Georgia O’Keeffe
No existe un solo azul, sino muchos. Y existen pocas palabras (si no es que ninguna) capaces de describir a cabalidad los tonos que, como las emociones, entre más hermosos y sutiles, resultan más difíciles de verbalizar. Los azules, particularmente, han inspirado poemas, pinturas y vidas enteras; color de la emoción, de la lejanía, del misterio, del agua, el azul (y otros colores) recibieron uno de sus homenajes más inesperados en un catálogo de hecho por el geólogo alemán Abraham Gottlob Werner (1749-1817), una clasificación que nació en la mente de científico, pero que posee una poética propia y encantadora.
Werner trabajó durante su vida como inspector de minas y profesor de mineralogía —campo en el que desarrolló diversas teorías en torno al origen de los minerales de la Tierra. En sus últimos años, siendo ya un geólogo prominente, Werner se embarcó en una tarea completamente distinta: el desarrollo de una nomenclatura de los colores. La suya, a diferencia de la de su contemporáneo Goethe (basada en la emotividad de los colores), se apoyó en los tonos de los minerales, una clasificación que dio un nuevo vocabulario al arte de describir algo casi indescriptible en una época en la que la fotografía no existía y en la que las palabras eran la manera más fácil de explicar o delimitar algo.
La clasificación de Werner brilla por su rareza y especificidad, por su precisión y encanto, ostentando nombres de colores raros, juegos de palabras y términos que refieren a alimentos, plantas y otros objetos como “azul-flor-de-linaza”, “amarillo-azafrán” y “blanco-leche-desnatada”. El resultado fue Werner’s Nomenclature of Colours: Adapted to Zoology, Botany, Chemistry, Mineralogy, Anatomy, and the Arts (en su versión completa en el Internet Archive), publicado en 1821, una excentricidad tanto conceptual como verbal, un volumen admirado tanto por el porta Novalis como por Darwin.
Como su nombre lo indica, el libro estaba planeado como una herramienta para las ciencias y las artes, un volumen que no es comparable con ningún otro manual de colores, pero que es heredero y comparable en belleza al catálogo de A. Boogert, hecho en el siglo XVII exclusivamente enfocado en el arte de la acuarela.
Nombrar algo es hacerlo existir y describir un color con palabras es un acto no sólo de creación, sino una demostración del poder del lenguaje sobre la imaginación. Los colores, que hasta hoy se guardan como tesoros, son a veces son sólo ideas, y los nombres de Werner son precisamente eso: pequeños embriones de poemas.
El azul —que de acuerdo a la teoría del color de Goethe tiene implícito un principio de oscuridad, una negación estimulante, una contradicción entre la excitación y el reposo— tiene poderosos efectos sobre nuestra vida emocional, es uno de los colores protagonistas de la historia del arte (como bien puede verse en la obra del francés Yves Klein y tantos más) y, en el catálogo del alemán, tiene un lugar especial; sus diversos tonos son descritos más como conjuros o pociones que como colores propiamente, y las palabras con las que los delimita nos dejan saborear sus matices en un acto de imaginación, que pareciera un acto de magia.
Estos son los azules que nombró hace casi 200 años Abraham Gottlob Werner:
- Azul escocés es el azul Berlín mezclado con una considerable porción de negro terciopelo, un poco de gris y un ligero dejo de rojo carmín.
- Azul Prusia es el azul Berlín con una porción considerable de negro terciopelo y una pequeña cantidad de azul índigo.
- Azul índigo está compuesto por azul Berlín, un poco de negro y una pequeña porción de verde manzana.
- Azul China es azul celeste con un poco de azul Prusia.
- Azul celeste es azul Berlín mezclado con un poco de rojo carmín: es un color que quema.
- Azul ultramarino es una mezcla de dos partes iguales de azul Berlín y azul celeste.
- Azul flor de linaza es azul Berlín con un ligero toque de azul ultramarino.
- Azul Berlín es el puro, o más característico color de Werner.
- Azul verditer [hace referencia a un ave azulada, “papamoscas verdín” o Eumyas thalassinus] es azul Berlín con una pequeña porción de verde verdigris.
- Azul verdoso, el azul del cielo de Werner, compuesto por azul Berlín, blanco y un poco de verde esmeralda.
- Azul grisáceo el pequeño azul de Werner, compuesto de azul Berlín, con blanco, una pequeña cantidad de gris y una casi imperceptible porción de rojo.
via brain pickings | aleph