Retrato fotográfico Paul Auster

Paul Auster: Donde la literatura y el cine se abrazan

En estas fechas, inevitablemente recordamos a quienes nos dejaron durante el año. Entre ellos, Paul Auster, un gigante de la literatura contemporánea, cuya voz se apagó el 30 de abril.

Su legado perdura en obras maestras como Trilogía de Nueva York, 4 3 2 1, El palacio de la luna, Brooklyn Follies o El libro de las ilusiones.

Con Nueva York como telón de fondo, sus relatos nos sumergen en un universo donde la soledad, el amor, la nostalgia, la angustia, el destino, la desesperación y la amistad se entrelazan, llevando el pulso de la gran urbe a cualquier rincón del mundo.

“Las cosas más preciosas son más ligeras que el aire”.

Smoke
Retrato de Paul Auster
Retrato de Paul Auster

Hoy, sin embargo, queremos recordar desde Cultura Inquieta al escritor en su faceta cinematográfica, destacando la película Smoke, una auténtica joya que merece ser descubierta o revisitada.

Cuando recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2006, el jurado no solo celebró su "renovación literaria", sino también su capacidad para innovar el relato cinematográfico.

Pedro Almodovar y Paul Auster
Pedro Almodóvar y Paul Auster

Su amor por el cine nació temprano. En los años 60, durante su estancia en París, intentó ingresar al Instituto de Altos Estudios de Cinematografía, sin éxito. Pero eso no lo detuvo: siguió vinculado al séptimo arte, escribiendo guiones para películas mudas que nunca llegó a rodar pero que serían el germen de su novela El libro de las ilusiones, protagonizada por Hector Mann, uno de los últimos cómicos del cine mudo.

La relación de Paul Auster con el cine comenzó con la adaptación de su novela La música del azar, llevada a la gran pantalla por Philip y Belinda Haas.

Protagonizada por James Spader y Mandy Patinkin, esta historia de dos perdedores que desafían a unos millonarios a una partida de póker marcó el inicio de Auster en el séptimo arte. Para él, pisar un plató por primera vez fue cumplir un sueño.

La película, en la que incluso tiene un pequeño cameo como conductor, se ha convertido en una rareza de culto, a pesar de pasar desapercibida en taquilla.

La música del azar
Fotograma de la película La música del azar.

Tras esta primera experiencia, Auster co-creó junto a Wayne Wang dos obras emblemáticas: Smoke y Blue in the Face.

Aunque muchos medios han señalado erróneamente que esta última es una secuela de Smoke, en realidad se trata de una propuesta independiente, fresca y experimental.

Con un presupuesto mínimo y aprovechando el mismo escenario y los personajes creados para Smoke, Blue in the Face es una celebración de la palabra y la improvisación.

Auster escribió pequeñas introducciones para los actores, pero los diálogos y escenas nacieron en el momento, sin ensayos previos. El elenco de actores reunió nombres tan dispares como Michael J. Fox, Jim Jarmusch, Madonna, Lou Reed o Roseanne, haciendo de la película una experiencia única e irrepetible.

Cartel de la película Blue in the face.

En solitario, Auster dirigió la evocadora Lulú on the Bridge, una historia cargada de simbolismo donde una misteriosa piedra devuelve la esperanza a un saxofonista —interpretado por Harvey Keitel— que ha perdido la capacidad de tocar tras ser herido en un tiroteo.

Fotograma de la película Lulú on the bridge.

En 2007, volvió al cine con La vida interior de Martin Frost, un relato onírico sobre un escritor que, durante su retiro en una casa de campo, encuentra a una mujer en su cama a la que considera su musa. Rodada en Portugal, la película cuenta con la participación de su hija Sophie.

Fotograma de la película La vida interior de Martin Frost.

Sin embargo, es en Smoke donde el talento de Auster alcanzó su cima cinematográfica. Nos detendremos en esta obra inolvidable.

De izquierda a derecha, Paul Auster, Harvey Keitel y Wayne Wang.

Hace 30 años, en 1994, comenzó el rodaje de una de las mejores películas de la década de los 90. Todo surgió de un cuento de Navidad que Paul Auster había publicado cuatro años antes, el 25 de diciembre de 1990, en The New York Times. Titulado El cuento de Navidad de Auggie Wren, estaba inspirado en el hombre que regentaba el estanco donde el escritor solía comprar los pequeños puros Schimmelpenninks que fumaba. 

En el relato, Auggie, empleado del estanco, decide devolver la cartera que se le cayó a un joven ladrón tras echarlo de la tienda. La dirección de la cartera lo lleva a un apartamento de Brooklyn, donde vive sola una mujer ciega. Y, sin entender del todo por qué, decide asumir el papel de su nieto durante las fiestas navideñas.

Al igual que en los relatos de Auster, el azar desempeñó un papel crucial en la vida real: el cineasta estadounidense de origen chino Wayne Wang compró, en un quiosco de San Francisco, el último ejemplar disponible de aquel diario.

Fascinado por el cuento, intuyó que era un punto de partida magnífico para una película. Wayne Wang, cuyo nombre proviene del actor John Wayne, admirado por su padre, era conocido por su espíritu innovador.

Convenció a Auster de adaptar el relato en un guión cinematográfico. Para el escritor, fue un proceso completamente diferente al de escribir novelas: necesitaba pensar en términos dramáticos en lugar de narrativos, buscando que cada pieza encajara a la perfección. Auster confesó además que cuando un actor improvisaba o alteraba el texto, sentía un golpe directo al corazón.

Fotograma de la película Smoke.

El proceso de casting, en el que Auster participó activamente, reunió a un elenco impresionante, en el que destacan Harvey Keitel en el papel de Auggie, el dueño del estanco, y William Hurt como Paul Benjamin, un guiño al segundo nombre del escritor.

Así nació una película que, como el cuento original, continúa emocionando por su capacidad para capturar la magia y el drama de lo cotidiano.

En el estanco de Auggie descubrimos que la vida nunca es lineal, nunca simple. Allí, en ese pequeño rincón de Brooklyn, las vidas de desconocidos se entrelazan, como piezas de un puzle disperso que el azar decide juntar.

Personajes, por otro lado, que podríamos reconocer en nuestra propia calle y que llevan consigo mundos que también nos habitan, llenos de sueños, risas, amores y tristezas.

Fotograma de la película Smoke.

Smoke nos invita a mirar de otra forma: a detenernos, a contemplar lo cotidiano como lo hace Auggie con su cámara, cada mañana, todos los días, inmortalizando esa misma esquina que, aunque idéntica, nunca es igual. Porque ahí, en lo sencillo y repetido, habita la poesía.

La película es también un recordatorio de que la vida, incluso en sus reveses, siempre tiene un rincón para la belleza y la conexión.

Ese estanco nos lleva de viaje, a través de la memoria, a aquellos locales de nuestro barrio, donde las conversaciones fluían, las relaciones nacían, y la humanidad se revelaba en cada pequeño gesto.

Fotograma de Smoke

Siempre es buen momento para regresar a las historias de Paul Auster que, como en este cuento de Navidad narrado bajo el calor del verano, nos devuelve a lo esencial: sentirnos más humanos.

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