Las 10 cartas ganadoras del concurso "Palabras mayores"
- Última actualización: 19 Julio 2023
- Estimulante
A mediados de marzo de 2022 desde nuestra revista digital y redes de Cultura Inquieta animábamos a los mayores de 65 años a participar en nuestro concurso de escritura breve "Palabras mayores".
Un año después de iniciar esta maravillosa aventura la culminamos con el evento de presentación del libro Palabras mayores. Os invitamos a acompañarnos en esta velada el 15 de marzo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Todo aquel que quiera asistir debe solicitar una invitación en Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. con el asunto "Palabras mayores".
Desbordados por el gran volumen de cartas recibidas, tuvimos que ampliar varias semanas tanto el plazo de entrega de las mismas como el de la comunicación de las finalistas.
Tras intensas semanas de lectura y de emoción al formar parte de tantas vidas y recuerdos, seleccionamos 30 cartas finalistas para someterlas al veredicto popular. Habéis sido vosotros, los lectores de Cultura Inquieta y los lectores en general quienes a través de vuestras votaciones en un artículo los que habéis decidido a vuestras 10 ganadoras.
Un jurado integrado por los autores Adolfo Gilaberte, Juan Sobrino y del propio equipo editorial de Cultura Inquieta se encargaron de elegir las 30 cartas finalistas.
El concurso 'Palabras mayores' ha salido adelante gracias a la colaboración de Iberdrola.
La aventura del concurso “Palabras mayores” culminará con una exposición sobre ella en el Parque del Retiro de Madrid y la edición editorial de un libro.El estimulante concurso 'Palabras mayores' ha salido adelante gracias a la colaboración de Iberdrola.
La aventura del concurso “Palabras mayores” culminará con una exposición sobre ella en el Parque del Retiro de Madrid y la edición editorial de un libro.
Enhorabuena a las cartas premiadas y a todas y a cada una de las recibidas, ha sido un honor recibir en forma de papel tanto amor y sabiduría.
Estas son las 10 cartas ganadoras:
Primer Premio
Nunca se lo he dicho a nadie - Elena García
Nunca se lo he dicho a nadie, por Elena García Coca
Nunca se lo he dicho a nadie: me hubiera gustado
aprender a leer y escribir. Nunca dejes de intentarlo.
Segundo premio
Querida Greta - @nonegris11
Querida Greta, por María Dolores Valdemoro
Querida Greta:
Estoy en Auschwitz. He venido pensando que quizás volver aquí, después de tantos, tantos años, me ayudaría a recordar. Ya sabes que no estoy bien y que cada día se me borran un poco más las cosas de la cabeza. Creí que sería como una bofetada, un fogonazo, como encender de nuevo la luz en un cuarto ya casi en la penumbra.
¿Cuántas veces os he contado “mis historias” del campo? ¿Cuántas veces os he querido transmitir el frío, el hambre, el miedo...? Ahora ya casi no me queda nada. No puedo retener las imágenes, se me escapan... y se me va quedando la memoria vacía, como un cajón saqueado por ladrones, por ese ladrón que poco a poco se lleva a pedacitos mi pasado.
No ha habido fogonazo, ni luz, ni bofetada, solo tristeza, distancia, extrañamiento. No me ha importado adivinar si, en la montaña de zapatos que hay en una vitrina, estarían los míos. Me ha dado igual si la maleta con la que llegué, si es que llegué con una, será alguna de las que se muestran a los visitantes. ¿La trenza de mi madre estará entre los kilos de cabello que aún se pueden ver en otra habitación?
No recuerdo si mi madre tenía el pelo largo. No recuerdo su pelo, ni siquiera su rostro.
Auschwitz me ha impresionado, claro, como a todo el mundo. Ir a Auschwitz duele pero no me ha devuelto mis recuerdos ni mi dolor, el mío, el viejo dolor de mi memoria que antes me acompañaba. “Arbeit macht frei”. “El trabajo hace libre”. Eso pone en la puerta. Quizá este viaje me ha liberado a mí. Ahora sé que mi dolor se ha ido definitivamente, que mis recuerdos ya no van a volver. Estoy libre del peso de un tiempo oscuro que ha sido un saco de piedras en mi espalda. También sé que eso no importa. No es importante que lo recuerde.
Es importante que lo recuerden tus padres, tú... Mis recuerdos se esconden, se confunden, se enmarañan en una manta opaca de niebla pero vosotros recordaréis por mí y, después, otros lo harán en vuestro lugar para que nada de lo que pasó se pierda para siempre. Solo siento que perderé también los recuerdos más dulces. Todo se escapará, todo será un asombro, la cáscara hueca donde no quede nada a que aferrarse. Si pudiera apresar una sola imagen, una sola palabra, la última, ten por seguro que sería tu nombre, Greta, mi niña. Tú no me olvides nunca.
Siempre te querrá tu abuelo: Fabri.
Tercer premio
La lata de duraznos - Mario Cajade - @mariocajade
La lata de duraznos, por Mario Óscar Cajade
Pasaron tantos años y lo recuerdo como si fuera hoy. Faltaban seis días para el domingo que todos esperábamos con gran ansiedad. No era para menos, después del almuerzo mi madre abriría por fin esa lata de duraznos que estaba enfriándose en la heladera. En aquellos tiempos a “ciertos gustos”, sólo accedían quienes tenían una capacidad económica holgada y, para mi familia, eran épocas realmente difíciles. Mi madre se había enviudado con cinco hijos: José 15, Raúl 14, Carlos de 10, Teresita de 2, y yo de ocho años. A fin de mes llegábamos con lo justo y con mucho sacrificio. Por eso fue llamativa
la compra de esos duraznos. ¡Ojo con abrir esa lata, es para el domingo! Repetía constantemente cada vez que preguntábamos por ese postre tan deseado.
La lata de duraznos pasó a ser el centro de atención en la casa. Al desconfiar unos de otros abríamos la heladera varias veces por día para cerciorarnos de que continuara intacta en su lugar. El jueves comenzaron los ruegos para que abriera la lata, pero lamentablemente no logramos conmover a mi madre. Y al fin llegó el día. Nos levantamos y concurrimos a misa sin probar bocado, respetando el ayuno de tres horas para poder comulgar. Pero antes de salir todos revisamos la heladera para comprobar que todo estaba en orden.
En el almuerzo, comimos polenta con salsa, menú frecuente por lo económico. La devoramos en un instante. Esperábamos ávidos el bendito postre. Mi madre recogió losplatos y repartió unas compoteras de vidrio. Fue hasta la heladera y apoyó la lata sobre la mesa, ante nuestra atenta mirada. Fijó sus ojos con gesto de asombro durante unos segundos en el interior de la lata. Nos levantamos como resorte y nos amontonamos para ver qué sucedía... Fue devastador, los duraznos estaban achicharrados y secos.
Poco tardó ella en descubrir que el fondo de la lata tenía un considerable agujero. La cosa estaba clara. Alguien había perforado el fondo, se había tomado todo el jugo dejando los duraznos en estado deplorable. Se había cometido la profanación perfecta y lo peor sin culpables. ¡¡Qué amargura!!
Unos meses después en una reunión familiar, fue mi abuela Anita quien contó la travesura, ante la risa de todos, mientras Raúl hacía ademanes desesperados para hacerla callar. Por suerte la verdad había salido a la luz. Raúl con la cabeza gacha no se atrevía a mirarnos a la cara, mientras nosotros masticando rabia recordábamos ese triste domingo sin postre.
Cuarto finalista
El helado - Olga Estornell - @olgaestornell
Un viaje compartido, por Olga Elvira Estornell
Él llegó de España a la Argentina con su valija marrón, y alquila a mi papá la casa de al lado donde yo vivía. En ese tiempo cruzábamos miradas, pero no nos hablábamos. Un día yo tenía que ir a hacer unas compras al centro. Cuando subo al ómnibus veo que él también lo hace y se sienta junto a mí, porque eran asientos dobles. Me saluda por primera vez y en el camino empezamos a hablar, pero solo un par de palabras. Al bajarme, sin decirle que lo haría, también se baja y me dice ¿y si tomamos un helado?, (y a mí me encantan, casi de todos los sabores), le dije que sí.
Nos sentamos en una confitería (no recuerdo su nombre) y conversamos tanto que los helados se derritieron y no lo tomamos. Después, él pagó, nos despedimos y cada uno siguió a hacer lo suyo. Estaba tan emocionada, sentía un gran revuelo en mi cabeza, al punto que olvidé lo que tenía pensado ir a comprar.
A partir de ahí, seguimos saludándonos; muchas veces me veía en el hall de mi casa, lugar donde yo cosía, a metros de su ventana. Creo que ambos buscábamos momentos para vernos y con una sonrisa tímida, nos saludábamos. Hasta que un día pidió permiso a mi papá para venir a conversar conmigo. Nos sentábamos en el hall, donde había un silloncito que cabían dos personas, y pasaban las horas sin darnos cuenta. Al poco tiempo dijo de casarse.
Tuvimos dos hijos hermosos, y así formamos nuestra familia. Disfrutamos juntos esta historia sólo diez años, ya que me tocó despedir de este plano terrenal a aquel gran compañero que elegí ese día en la heladería.
Quinto finalista
Mi amor de ayer - Mª José Mestre
Mi amor de ayer, por María José Gomes Simão Letras Mestre
Mi amor de ayer,
Necesito escribirte con urgencia, porque las palabras se me escapan todos los días. No solo las difíciles, sino también las palabras cotidianas. Solo mi mano las recuerda al escribir. Tengo prisa antes de que se me olvide con todo el cuerpo lo que quiero decirte. La memoria de lo que sentí está, por ahora, intacta, pero sé que en el futuro ni siquiera eso estará.
Fuiste mi último amor, si amor se puede llamar a ese sentimiento egoísta, al menos el mío, donde los sentidos, el placer y la culpa fueron los ingredientes que nos incendiaron.
Hoy me miro en el espejo y no refleja la imagen que recuerdo de mí, pero también ese recuerdo se irá.
Pero, ¿qué quería decirte? De hecho, solo quiero escribir para dar vida a esos sentires del pasado, hacerlos vivir a través de la escritura, escribir para que me recuerdes.
Todos alaban el primer amor y yo, porque es el primero que olvidaré, quiero hablar del último. Ese último inesperado, químico y vibrante a través del cual agarré la juventud ya perdida. Esa fue su importancia.
Fuiste el puente entre el yo final y el yo anterior.
Pero ahora ni siquiera lo necesito más, solo llega el recuerdo y da calor a los días grises e iguales. Tristes. La añoranza ya no es de ti, es de mí. De lo que fui, quién fui y que siento que huye aceleradamente.
Un día has de perdonar haberte usado para resistir al paso del tiempo y también preguntarte cómo y por qué de esta conexión.
Olvidé tu nombre, tus palabras susurrando o gritadas, las palabras tiernas o vulgares que intercambiamos. Pero recuerdo tu rostro, tu cuerpo, la prisa con la que nos desnudamos y el afán con que nos amábamos.
Ahora, en mi invierno, me preparo para la nada que me espera. La vida convertida en una pizarra en blanco es el regalo de los dioses para poderme hundir en la inminencia de la desaparición sin nostalgia ni tristeza.
Y aunque sé mi nombre, te agradezco la vida que me diste y me despido de eso.
Sexto finalista
Memorias del pasado - Josefa Romero Díaz
Memorias del pasado, por Josefa Romero
Corría el año 1932. Y en febrero de ese mismo año, concretamente el día 10, amaneció un día lluvioso desapacible y con mucho frío. Era miércoles de ceniza y por lo tanto empezaba la Cuaresma, era el día de Santa Escolástica como todos los años y por si era poco, mamá empezó con los dolores del parto.
Unos días después un periódico local difundía esta noticia: “La culta maestra nacional Doña Micaela Díaz Hernández y su marido Don José Romero Mellado, secretario de este Ayuntamiento de Huelva, han sido padres por primera vez. Han nacido dos preciosas muñequitas, nacidas del mismo parto y estos orgullosos padres quieren ponerleos nombres de Pepita de la Fuensanta y Lolita de San Blas el día qu sean bautizadas. Damos nuestra enhorabuena a estos padres tan felices.”
Han pasado 90 años desde esta noticia, la que escribe es Pepita de la Fuensanta, ya no es la preciosa muñequita sino una pasa llena de arrugas, pero estoy lúcida, válida y con ganas de hacer algo en la vida. Estoy muy ilusionada en participar en este concurso y doy las gracias a los organizadores.
Séptimo finalista
Me llamo Efigenia - Efigenia Fernández
Me llamo Efigenia, por Efigenia Fernández López
Me llamo Efigenia y nací en Vallo, provincia de Lugo, en el año 1936.
Receta de pan:
Se muele el centeno en el molino y luego se añade la levadura amasada de la hornada anterior.
Se calienta agua y se pone con la harina y con la levadura, se amasa todo junto y se deja reposar. Se calienta el horno de leña, se cuece el pan y se deja en el horno hasta el mes
siguiente que se vuelve a cocer. Esta receta es de cuando tenía 19 años. Ahora que tengo 87 años compro el pan en Mercadona pero no sabe como antes, porque nada es como antes.
Octavo finalista
La fuerza del deseo - Mª Carmen
La fuerza del deseo , por Mari Carmen Agudo Serna
Se acerca el 11 de mayo que hará 50 años que vivo con aquel joven que me invitó aquel bendito día a bailar con Micky y Los Tonyes, donde aquella mágica noche bajo la luz de la luna sellamos nuestro amor con el primer beso.
La vida puede haber transformado nuestro camino, por el paso de los años, apareciendo el pelo cano y las “arruguillas” por el rostro, pero lo que no ha dejado de florecer el amor cada día sin descanso.
Aquella tarde no podía imaginar que mi vida iba a cambiar en todos los campos y niveles, un tic pensaba, pero no -diagnóstico Parkinson-. Salimos del hospital desesperanzados, parecía que todas las paredes se cerraban a nuestro paso.
Yo no conocía la enfermedad pero pronto la descubrí: cuando vas a batir un huevo y no sabes. Cuando no puedes escribir, ni sujetar el bolígrafo. Cuando no puedes caminar porque estás bloqueada, etc. Al despertar al día siguiente, me parecía estar soñando, pero no, era realidad; pero a pesar de los reveses que la vida te asigna de vez en cuando tenía que intentar emerger con la misma fuerza que me había caracterizado siempre.
Me empeñé... en batir el huevo. Me empeñé... en escribir como siempre o parecido y aquí está la prueba. Me empeñé... ante los bloqueos... bailar. Hoy sigo de la mano de aquel joven, con ese amor
incondicional que cada instante ilumina mi vida.
Noveno finalista
Queridos nietos - Juan Carlos Gallo
Queridos nietos, por Juan Carlos Gallo
Queridos nietos:
Es tarde y estuve por aquí, como en aquellos días en que solíamos tomar chocolate con churros y competíamos para ver quién contaba la mejor mentira. En noches así recuerdo y extraño la manera en que intentaban engañarme para jugar con mis pequeños tesoros: esos juguetes viejos que rara vez les permití tocar. ¡Qué sandez!
Los viejos solemos transformar las cosas, darles un valor emocional a objetos inútiles sin notar que ese valor está en ustedes. En esa pícara mirada que anhela los chiches prohibidos del abuelo. Hace tiempo que no nos vemos, que solo recibimos algún mensajito por el teléfono, o una foto que luego guardo en la computadora. Nos alegra notarlos, tan grandes y desafiantes ante este mundo oscuro y pobre.
Hay un sano orgullo en verlos crecer. Recuerden que los sueños, los anhelos y las vocaciones son el motor que nos impulsa, pero sin amor, sin familia o sin amigos, pueden transformarse en tristes muros de frustración y soledad. Recuerden que no todo se logra. Aún aquello por lo que tanto trabajamos puede sernos esquivo. Sepan que a veces en el fracaso hay una pequeña puertita escondid que nos lleva a la felicidad. Solo es cuestión de estar atentos.
El viento está soplando fuerte ahora. Las copas de los árboles se balancean, resisten. Hay que ser flexibles para resistir. Yo he perdido mucho tiempo mirando la hora. He olvidado muchas cosas escribiendo en mi agenda. He enfermado... y me he curado, aunque mi cuerpo no se enteró. La curación vino como una revelación al mostrarme que somos ágiles criaturas balanceándose, como los árboles en la tormenta.
¿Fueron mis valores exagerados o erróneos? Seguramente algunos sí, pero otros me permitieron ser más humano hoy. Al desprenderme del lastre que me ataba he visto un mundo nuevo donde cabe un nuevo yo más amplio, más tolerante, menos soberbio. Y mucho de esto me lo han enseñado ustedes, observadores implacables del momento, criados en un ambiente maravilloso y simple.
Algo que sus padres han logrado siguiendo su propia receta de identidad. Escribo esta carta mientras la tormenta me lleva. Como escribe el capitán de un barco en su bitácora: he creído conocer el rumbo, he ignorado la brújula; sin embargo la nave parece ir en el rumbo correcto, casi por su cuenta. Los tiempos cambian y la gente cambia. Yo también cambio y lo hago al recordar las viejas historias que tantas veces escuché. Cambio al darme cuenta que casi todas son solo fantasías, prejuicios, fábulas y otras tonterías. Pero no todas son así, y el secreto parece ser notar la diferencia: ustedes. Ustedes son esa diferencia, la verdad irrefutable que grita que existo, que aunque el viento me lleve con la tormenta, seguramente llegaré a ese sitio en el que fluye nuestra mejor esencia.
Los quiero tanto. Sean libres, sean felices. Lo demás no cuenta.
Lolo.
Décimo finalista
Para la juventud - Esther Celayeta S. de Miera
Para la juventud, por Esther Celayeta
Esta carta va para las mujeres de ahora. Yo soy Esther, nací en 1944 en Valencia de Don Juan, España. No era como es ahora. Cuando yo nací, las niñas estábamos con la preocupación de portarnos bien, de hacer caso a nuestros padres y de seguir siempre las normas.
Lo de irnos una noche con un hombre, a nadie se le ocurría. Si lo hacías, ya eras la fresca del pueblo. En 1968 me quedé embarazada de un señor que estaba casado. Yo era muy jovencita, me dio miedo y se lo oculté. Nunca lo supo. Vine con mi madre a Asturias y tuve a mi hija como madre soltera, en pleno franquismo.
La crié dándole doble amor. Nunca necesité a ese hombre, aunque en algún momento llegué a pensar que sí. Ahora que está tan de moda el feminismo, quiero decirle a las jóvenes que ellas pueden hacer cualquier cosa, como hice yo.
Estoy con vosotras, aunque no vaya a esas manifestaciones, porque hay mucho jaleo y se me cansan las piernas.
Gracias, de corazón, a los familiares que les han animado y les han dado aliento para compartir pedazos de sus vidas, a las residencias, centros de mayores y asociaciones, pero sobre todo, a nuestros mayores, os abrazamos muy fuerte y os mandamos un mensaje de que sois, habéis sido y seréis muy necesarios para un mundo más bello, mucho mejor.
Los mayores son fuente inagotable de sabiduría y en sus almas y corazones queda mucho por vivir, por descubrir y por disfrutar. Siempre es buen momento para tratar de devolverles una mínima de parte de lo que ellos y ellas arrojan al mundo con generosidad, con ilusión y con un amor inagotables. Queríamos empaparnos de sus historias y mirar a través de sus ojos y sentir con su pieles.
Ha sido uno de los viajes más emocionantes que hemos hecho jamás en Cultura Inquieta, el de volar a otros tiempos, a otras vidas, a través de vuestras cartas.
Os abrazamos muy fuerte.
Por Silvia García