Mata es una experiencia plena que te zarandea de arriba abajo y te llena el espíritu, una ocasión para celebrar el diálogo entre culturas en el sentido más amplio y extremo del verbo.
Nadie puede estar preparado para lo que le espera en Mata. No importa cuánta planificación previa se haya tenido; las fotos y los vídeos que se hayan estudiado sobre el tema; ni las advertencias y consejos de quienes ya lo han vivido en alguna ocasión. Llegar a Mata es, simplemente, indescriptible.
El Festival Ecuestre Internacional de Mata es un homenaje a un patrimonio ancestral que se celebra en Zniyed, provincia de Larache, en Tánger. En su 11ª edición, entre el pasado 2 y 4 de junio, se presentó oficialmente para ser Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO y desde Cultura Inquieta pudimos ser testigos de esta increíble cita.
Organizado por la Asociación Alamia Laaroussia, partenariado con la UNESCO y bajo el Alto Patrocinio de Su Majestad el Rey Mohammed VI, el Festival de Mata está presidido por Nabil Baraka, encargado de promover este auténtico festival ecuestre con más de 800 años de historia.
Y tan auténtico. Tras admirar la vibrante Tánger, llegamos a Mata con la mente bien abierta y la incertidumbre propia de quien no tiene muy claro a qué está a punto de enfrentarse.
Sabemos que habrá una competición ecuestre que se alargará durante tres jornadas en las que se revivirá una tradición centenaria en la región. Tan solo en la edición anterior participaron más de 300 jinetes de varias tribus rifeñas.
El juego “MATA”, el mismo que bautiza al festival, comienza tras la siega de los campos de trigo, cuando las niñas y mujeres de la tribu fabrican con cañas y telas la muñeca por la que competirán los jinetes más bravos de Jebala.
Estamos a 50 kilómetros al sur de Tánger, en un vasto terreno donde los cánticos y el bullicio de los asistentes son nuestra banda sonora mientras esquivamos a los jinetes que se mueven de un lado a otro y no podemos evitar sentirnos como en una serie bélica de época.
Nos reciben en plena faena. Ataviadas con los ropajes típicos del folclore de la zona, sus cantos, específicos de la región, nos erizan la piel. No somos capaces de comprender qué dicen, pero la emoción que transmiten no entiende de barreras lingüísticas. Es parte de la magia de esta gran fiesta cultural.
Tras los cánticos, nos movemos a la zona habilitada para las carreras, donde encontramos a los jinetes vestidos con las ancestrales jellabas y amamas mientras montan a pelo sobre los caballos. A ellos se les une Zora, la única mujer que participa en la competición, aunque por problemas de salud se retira en el último momento.
Aquí viviremos durante todo el festival momentos de pura tensión. No hay que olvidar que Mata es una lucha salvaje por el honor, una batalla en la que se miden la destreza, la valentía, la inteligencia y la audacia de los jinetes por hacerse con la muñeca y proclamarse como el único vencedor.
En el pasado, el premio era casar al vencedor con la chica más bella de la tribu, pero hace años que la recompensa por su temeridad es una cantidad en metálico, trigo para la tribu del premiado y, lo más importante: el honor de ser el ganador de Mata.
El bullicio y la tensa calma son los otros competidores del festival, en el que nada y todo ocurre a la vez. Por eso, aunque parezca imposible, esta es una oportunidad perfecta para relajarse y conocer la artesanía la amplia variedad de productos locales. Las noches son para degustar la gastronomía de la tierra y acercarnos al canto sufí, con espectáculos folclóricos en los que los asistentes nos trasladan su vitalidad bailando en total libertad.
Después de 3 días, todos nos hacemos la misma pregunta: y ahora, ¿cómo explicamos qué acabamos de vivir en este lugar? Al final, entendemos que el Festival de Mata no se puede describir, hay que experimentarlo.
Festival Internacional Mata: Instagram