El londinense Ben Bacon ha logrado descifrar una serie de puntos que traían de cabeza a los arqueólogos desde el descubrimiento de las pinturas rupestres.
Representar aquello que vemos, dotarlo de realidad, rememorarlo, predecir el futuro, programar el próximo asalto, reflejar la vida diaria. El arte siempre ha estado ligado a la historia del hombre y la prueba más fehaciente y antigua que tenemos de ello son las pinturas rupestres.
Animales, plantas, escenas de caza y multitud de bocetos han sobrevivido al paso del tiempo escondidos en cuevas que, en su mayoría, se reparten entre España y Francia.
Los arqueólogos han sabido interpretar casi todos los elementos que aparecen en estas representaciones artísticas, excepto una serie de puntos y líneas que se repetían en diversas pinturas de animales.
Peces, renos, ganado y otras criaturas pintadas en cuevas de hace 20.000 años iban acompañadas de estos signos en apariencia aleatorios y, ahora, un restaurador de muebles londinense ha conseguido descifrar su verdadero significado.
Ben Bacon se dispuso a reunir información e imágenes de las pinturas rupestres a través de Internet y consultando la biblioteca británica, acumulando “la mayor cantidad de datos posible” para “buscar patrones repetitivos”.
A este restaurador de muebles y arqueólogo aficionado le llamó poderosamente la atención un letrero en forma de "Y", donde una línea más pequeña que emerge de un guión principal parecía indicarle el concepto de "dar a luz". Así, Bacon llegó a la conclusión de que las marcas aludían a un calendario lunar.
Convencido de su hallazgo, presentó sus conclusiones a los académicos de la Universidad de Durham (especialista en el campo de la Paleopsicología visual, la investigación científica de la psicología que sustenta el desarrollo más temprano de la cultura visual humana) y del University College de Londres, quienes analizaron las marcas y las compararon con los ciclos de nacimiento de animales actuales, como las vacas.
En conclusión, las marcas paleolíticas probablemente se refieren a la temporada de apareamiento de cada criatura, marcada en meses lunares, tal y como explica el profesor Paul Pettitt, de la Universidad de Durham: "Los resultados muestran que los cazadores-recolectores de la Edad de Hielo fueron los primeros en usar un calendario sistémico y marcas para registrar información sobre los principales eventos ecológicos dentro de ese calendario".
La pasión de un restaurador de muebles como Ben Bacon ha conseguido desvelar un misterio arqueológico con 20.000 años de antigüedad: un sistema de "protoescritura" y un calendario que rastrea el ciclo reproductivo de cada animal.
El profesor Pettitt de la Universidad de Durham dijo: "Los resultados muestran que los cazadores-recolectores de la Edad del Hielo fueron los primeros en utilizar un calendario sistemático y marcas para registrar información sobre los principales eventos ecológicos dentro de ese calendario".
"A medida que investigamos más profundamente, lo que estamos descubriendo es que estos ancestros antiguos se parecen mucho más a nosotros de lo que pensábamos anteriormente: estas personas, separadas de nosotros por muchos milenios, de repente están mucho más cerca".